Ciudad de México/ 25 enero.- Se lo dijeron, se lo pidieron muchas veces y hasta fue motivo de encontronazos con dos o tres funcionarios de su gabinete, incluso con los de seguridad; señor presidente, usted es el ciudadano número uno del país, usted debe ser el primero en vacunarse y dar ejemplo y, sobre todo, debe estar protegido contra el virus.

Pero no hizo caso, se empecinó en hacerse el fuerte y mostrarse fuerte hasta en tono irónico que sonaba a burla. No dio su brazo a torcer, no usó cubrebocas, no permitió que sus subalternos lo usaran y no tomó las precauciones debidas para evitar contagios en caso de haber adquirido el coronavirus, y tampoco lo hizo en caso de que alguien de su gabinete o de sus colaboradores en giras o de que la gente en torno suyo pudiera estar infectada.
Hoy, el presidente y comandante supremo de las fuerzas armadas de México convalece en su casa de Palacio Nacional por haberse contagiado de COVID-19 y al parecer contagió al comandante de la 12 Zona Militar en San Luis Potosí, el general Guzmar Ángel Castillo González, con quien convivió el fin de semana durante la inauguración de un cuartel de la Guardia Nacional en ese estado.

Con el general Guzmar Castillo estaban el secretario de la Defensa, el general Luis Cresencio Sandoval, el de Marina. Almirante Rafael Ojeda, la de Seguridad, Rosa Icela Rodríguez, y el comandante de la Guardia Nacional, el general Luis Rodríguez Bucio.
Dos de estos integrantes del gabinete de seguridad ya tuvieron COVID: Rosa Icela y el almirante Ojeda, pero al presidente López Obrador eso no pareció importarle mucho. El problema no es solo el posible rebrote y el contagio entre sus subalternos, sino el daño que el presidente pudio haber causado a los civiles que con él abordaron el avión que lo llevó a San Luis Potosí y al que subió sabiendo que tenía ya algunos síntomas del coronavirus.
A estas alturas del partido los generales Sandoval y Bucio se truenan los dedos para que sus exámenes no den positivo al COVID-19, que sería patrocinado por el comandante supremo y su fallido “Detente, enemigo, que el corazón de Jesús está conmigo…”
Centinela.- En el bull pen del equipo ideal de López Obrador aparecen dos lanzadores azul zeta, listos para ocupar la lomita en el diamante de la Agencia Federal de Aviación Civil (AFAC), la otrora codiciada –por su presupuesto– Dirección General de Aviación Civil (DGAC).
Los relevistas son los generales retirados Miguel Enrique Vallín Osuna y Carlos Antonio Rodríguez Munguía, ex comandantes de la Fuerza Aérea Mexicana (FAM), personajes centrales de la peor etapa de la aviación militar con más de 61 accidentes e incidentes en el sexenio de Enrique Peña Nieto, casi duplicando lo ocurrido en los sexenios foxista y calderonista juntos.
El general Rodríguez Munguía, quien pasó a retiro en diciembre de 2017, regresaría para reivindicarse de alguna extraña manera en el sexenio de AMLO, siendo una de las piezas del general Cienfuegos en el terrible sexenio de la aviación militar mexicana.
El general Vallín Osuna, quien fue rescatado y designado en 2019 como Comisario General de Transportes Aéreos de la Guardia Nacional. Entre estos dos sultanes del barril y la barrena estará la designación de otro militar en un cargo civil, por aquello de la desconfianza … o el pago de cuotas.
La vocería de la Guardia Nacional, encabezada por el Teniente Coronel Antonio Soto, guarda un ominoso silencio.
Redacción / EstadoMayor.mx