Estado Mayor/17 febrero 2022
Más temprano que tarde, los pronósticos funestos de la Secretaría de Gobernación acerca del convulso panorama que le esperaba al país en este 2022 se están cumpliendo paso a paso y de forma acelerada.
Los analistas de Gobernación visualizaban tiempos por demás difíciles, violentos, si en este año el gobierno federal no atendía ya, de una vez por todas, el verdadero problema de la administración pública federal, estatal, municipal, de todas los niveles y formas de gobierno: la impunidad.
Al presidente le dijeron desde Bucareli que, si no se dedicaba a trabajar a resolver de a de veras el tema de la impunidad, de la ausencia de la aplicación de la justicia, el país se le iban a encender -más de lo que ya estaba- con consecuencias inimaginables.
Mucho de eso ya está sucediendo en la costa del pacífico, en donde la violencia se ha concentrado en Colima, Nayarit, Sonora, Sinaloa y de ahí a la ensangrentada Zacatecas, tierra en la que las masacres son cosa de cada día, aunque el inquilino de Palacio Nacional se empeñe en negarlo o siquiera reconocerlo en sus mañaneras de homilía para promover abrazos y no balazos, estrategia que a la nación le ha costado ya más de 100 mil asesinatos y 90 desapariciones en el que iba ser el sexenio del cambio, de la transformación, de las cosas distintas, no como era antes, en los oscuros tiempos neoliberales.
Lo paradójico e inocultable es que, al final de cuentas, el presidente tabasqueño está haciendo justo lo mismo que hicieron sus dos antecesores; movilizar masivamente a los militares y marinos -y ahora a lo guardias nacionales- para responder a la violencia de los cárteles, es decir, estamos de vuelta a los balazos como punta de lanza para tratar de responder a la escalada retadora del crimen organizado. ¿No que no?, dirán muchos.
Así, el Pacifico se le incendia al comandante supremo de las fuerzas armadas y en un dos por tres envía primero el almirante Rafael Ojeda Durán a haberse cargo de la emergencia en Colima tal como lo hizo antes con el general Luis Cresencio Sandoval en Nayarit.
Ojeda Durán tuvo que ausentarse de una mañanera importante y viajar a Colima para ver la manera de responder al fuego provocado por la ineficacia federal, estatal y municipal en medio de la fractura del CJNG y la desbandada de Los Mezcales que decidieron cambiar de bando y sumarse a Los Chapitos de Sinaloa.
Antes y después, la Sedena del general Sandoval hizo presencia con mas de tres mil soldados y algo similar trató de hacer la Guardia Nacional del general Luis Rodríguez Bucio, que va a todas ero no arregla ninguna.
Peor está la situación en Zacatecas, azotada, ensangrentada y convulsionada por la guerra de cárteles para asegurar el corredor del fentanilo hacia Texas. A Zacatecas llegó primero la Guardia Nacional para retomar el control y pacificar al estado. No pudo ni lo primero y menos lo segundo. Las masacres continúan. La cacería de policías y de civiles de todo tipo no cesa. El estado es un desastre.
Algo similar sucede en Guanajuato, en donde el fiscal general de justicia es tan ineficaz como intocable. Michoacán no canta mal las rancheras y Guerrero, Jalisco, Coahuila, Tamaulipas, Veracruz, Quintana Roo, Tabasco y el Estado de México no se quedan atrás.
Pero el Pacífico sí que le está sacando ampollas en las manos al señor presidente y a sus más importantes colaboradores nivel cuatro estrellas.
…………………………………………………………………………………
2 comments for “CUARTELERAS Se le incendia el Pacífico al presidente”