México, 24 de noviembre.- ¿Qué le diría? Eternos minutos en que el primer mandatario, comandante supremo de las fuerzas armadas mexicanas, habló con el general Ricardo Trevilla Trejo. Excepcional momento en la vida militar, entrega de insignias de divisionario en un evento formal, con uniforme de gala, con su jefe directo el general secretario, amigo de muchos años, al lado condecorado minutos antes.
El evento conmemorativo del Aniversario 111 de la Revolución Mexicana se revistió de significados castrenses ajenos al auditorio civil, incluso al entendimiento de los locutores que llevaban la narrativa frente a cámaras y micrófonos. Cuando no podía haber mayor solemnidad, más significados, mejor disposición del Presidente hacía sus soldados, porque esos son, sus soldados en la mejor extensión del vocablo.
En esa extrema solemnidad, acentuada por las condecoraciones sobre el uniforme, el reconocimiento, incluso familiar, del Presidente López Obrador se carga de traducciones hacía todos los ámbitos.
Trevilla Trejo tiene una carrera muy interesante, que incluye una estancia en Alemania, idioma que domina y, sobre todo, especialmente significativo, su paso por la dirección de comunicación social de la SEDENA en el inicio de su apertura. Es un militar de Caballería que sigue montando, cuando encuentra el tiempo. Un jefe militar que asume, en automático, todas las responsabilidades, las que le corresponden y las otras.
Trevilla Trejo lleva los tres años de este sexenio durmiendo, de tarde en tarde, en su oficina en la SEDENA, dedicado las 24 horas del día a solucionar, a encontrar el modito, la forma, el tiempo preciso para cumplir órdenes superiores. No que no lo haya hecho antes, durante toda su carrera castrense, sino que en este sexenio las órdenes igual incluyen albañilería que persecución de criminales.
Sobra decir la inmensa confianza que le tiene el general Luis Cresencio Sandoval, expresada intencionalmente en el acto, también formal, en el que le dio posesión de su nueva encomienda como titular del Estado Mayor de la SEDENA.
Recibir la tercera estrella, correspondiente a su mando actual, a los tiempos, a la historia de vida, en este noviembre le otorga, en automático antigüedad suficiente.
Sobre todo, de la forma excepcional en que recibió su ascenso delante de millones de mexicanos, de manos presidenciales, ratifica su privilegiado tiempo. Ese espacio en que parecen alinearse, sin intención personal alguna, todas las estrellas en el firmamento. En este caso las cuatro estrellas del futuro.
Lo que más me intriga es qué le diría, no tiene desperdicio el tiempo, el gesto, la intencionalidad, el Presidente de la República…
Isabel Arvide / @isabelarvide / EstadoMayor.mx