Un General loco confronta al Gobierno o una institución que no responde frente al delito de un loco


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Jesús Jaime García MiramontesMéxico, 27 de noviembre.- No es la primera amenaza contra el gobierno legítimo de la República que hace.  Ya el sexenio pasado despotricó contra el entonces mandatario Felipe Calderón.

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Lo que no llamó tanto la atención mediática porque esa era la norma, lo cotidiano: acusar al Presidente de asesinatos múltiples.  Y la omisión de respuesta de su oficina fue idéntica a la que tuvo con respetables críticos.

Los gritos de quien se presenta como  Jesús Jaime García Miramontes son importantes porque se trata de un llamado a la violencia.

Esto en sí requeriría con urgencia de atención oficial.

No habla contra una pared.  Tan sólo en Facebook sus declaraciones han recibido más de medio millón de visitas.

Para algunos ciudadanos no es sino un loco más.

No es así.

Porque el ciudadano de presuntos apellidos se presenta como un general de división de nuestro Ejército.  El grado más alto que puede recibirse.  El mando mayor debajo solamente del titular de la Sedena y del Presidente de la República en turno.

Eso es lo que ha motivado tanta atención de los medios de comunicación masiva y un fenómeno singular en las redes sociales, donde se nutren de información grandes sectores de la población.

EstadoMayor.mx realizó una entrevista excepcional al presunto jefe militar.

Cualquiera que tenga un poco de conocimiento sobre el Ejército puede atisbar un fraude.  Un hombre que se negó ante este medio a mostrar su credencial militar, que no ha dado una explicación congruente sobre las posiciones de mando que debió haber detentado durante su carrera castrense, y que no suelta mayor información sobre sus compañeros de armas, lo que resulta extremadamente extraño en un militar.

Esto no importa en cuanto a comunicación porque los cientos de miles de  ciudadanos que han acudido a enterarse de su posición violenta contra el gobierno del Presidente Peña Nieto, tanto en el país como en el extranjero ni están familiarizados con la realidad militar como para desconfiar ni tendrían que analizar esto.

Para este número muy importante de personas el señor García Miramontes es un general de división de nuestro Ejército porque él lo dice… Sí, porque lo dice y porque no ha sido negado oficialmente por la Secretaría de la Defensa Nacional.

Los mexicanos tenemos libertad de hablar respaldada en nuestra Constitución.  Con los límites que han infringido este individuo al llamar a cometer crímenes como sería el asesinato del primer mandatario.

Esto en sí es ya una violación a nuestras leyes que no ha tenido la inmediata respuesta de la autoridad.  Es decir del gobierno.

En cuanto a la Sedena, omitir negar su personalidad militar es muy grave.  No solamente es un tema de comunicación que tiene que ser atendido con urgencia y de manera muy categórica.

Lo que no ha sucedido. No ha habido ni siquiera una respuesta a las solicitudes formales, EstadoMayor.mx lo ha hecho así, de los medios de comunicación.

Más allá de la grave falla en comunicación, existe una omisión terrible al no actuar contra un individuo que contra todas nuestras leyes, especialmente las militares, se ostenta como militar sin serlo.

Esto amerita, a priori, que Miramontes sea detenido.

¿Por qué no se ha hecho?

Calificarlo como “enfermo mental” no es suficiente.

Si Miramontes fuese general, o simple militar, está en falta.  No puede expresarse como lo hace contra el Presidente de la República y comandante supremo de las fuerzas armadas.

Si es un civil, de igual forma comete un delito y amerita su castigo.

Aquí no hablamos de investigación, hay flagrancia que el titular de la Sedena no puede ignorar por ocupado que esté encabezando homenajes al Ejército.  Al general Cienfuegos le corresponde actuar, en defensa de su jefe y de la institución que él encabeza todavía.

Es su obligación legal y, sobre todo, moral.

No hacerlo es muy espinoso.  Permitir que la opinión pública piense que un jefe militar puede destruir con su palabra uno de los principios básicos del Ejército que es la lealtad a su comandante supreso, equivale a una complicidad.

Este silencio, el de Cienfuegos, el de la Sedena es lo que fortalece a quien podría ser un personaje chusco, de anécdota, de esquina.  Nada a preocupar.  Puede ofender y amenazar a quien quiera.  No lo puede hacer un general de división de nuestras fuerzas armadas porque entonces hablaríamos de una pudrición imposible de enmendar.

La omisión, lo dice también  la Biblia, es un pecado muy grave…

Isabel Arvide

@isabelarvide

Estado Mayor

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