México, 17 de mayo (Excélsior).- Indiscutible, que hay gobiernos fallidos —que no estados— en la lucha contra el crimen organizado. En Nuevo León, Tamaulipas, Chihuahua, Durango y Veracruz (PRI). Morelos (PAN). Michoacán —con Godoy— y Guerrero (PRD).
Innegable, que la estrategia de Calderón falló en, al menos, dos vertientes: no calcular la reacción de los cárteles de la droga ante la ofensiva de militares, marinos y federales —opción obligada— y en evitar las muertes de civiles inocentes.
Hay vacío de autoridad en NL con Rodrigo Medina, donde aparecen 49 descuartizados y el priista se vuelve a esconder y prefiere tuitearbanalidades. “Fuimos nosotros”, se ufanan Los Zetas. Y lo mismo ocurre en Chihuahua, con César Duarte y su silencio cómplice: hoy se cumplen 17 meses del asesinato de Marisela Escobedo, y nada. Igual en el Morelos de Marco Adame, con Cuernavaca rehén de la criminalidad. Miedo en el Guerrero de Torreblanca, ayer, y hoy con Aguirre.
Hay terquedad y doble discurso en Calderón. “Es la única estrategia”, advierte. “Si hay otra, que se presente”, reta. ¿Y ya para qué, ciudadano Presidente, si siempre se rechazaron las propuestas alternas y está a seis meses y medio de irse a su casa? En México. O en el extranjero.
Fallan todos.
Sin embargo, no perdamos de vista algo clave: sí hay una guerra entre cárteles de la droga, batallas internas entre ellos, a matar o morir; duelos que rebasan a gobiernos estatales y al de Calderón. Es una lucha que ha arrojado miles de muertos en los últimos años.
Y no es “la guerra de Calderón”. Esa es propaganda política. Manipular con la tragedia. También es la batalla entre los cárteles. Cierto: entre ellos se están matando.
¿Por qué estalló la guerra entre los cárteles de la droga?
La historia es la siguiente:
A mediados de 2008, en Michoacán, se reunieron las cabezas de los cárteles mexicanos: Jesús Méndez Vargas, El Chango; Nazario Moreno González, El Chayo (convocantes); Enedina Arellano Félix;Vicente Carrillo Fuentes, El Viceroy; Ismael El Mayo Zambada;Ignacio Nacho Coronel; Jorge Eduardo Costilla Sánchez, El Coss, yEzequiel Cárdenas Guillén, Tony Tormenta. Aunque no asistieron, losBeltrán Leyva respaldaban la reunión. Ausentes, los líderes de Los Zetas.
Y ante la embestida del gobierno federal, se acordó un pacto de no agresión entre ellos. Necesitaban estar unidos. Hombro con hombro. Bala con bala.
Se repartieron algunas plazas, sin mayores contratiempos ni reclamos. Todos de acuerdo. Y algo más: se convino darle “un tiempo” a los líderes de Los Zetas para sumarse al pacto de Michoacán.
Brindaron. Partieron.
Una segunda reunión —también en Michoacán— se realizó a finales del año. Los mismos invitados, diferente el lugar. Se decidió no repetir a la finca como sede. Se utilizó una propiedad del Chayo Moreno, ubicada al poniente de Morelia.
Pero tampoco asistieron a esa segunda reunión las cabezas de Los Zetas: Heriberto Lazcano y Miguel Treviño Morales.
Su desafío era abierto.
Con su ausencia repetida, Los Zetas enviaban el mensaje de que pelearían por su cuenta, se irían por la libre, ignorando los pactos de Michoacán, haciendo a un lado a los Arellano Félix, a Carrillo Fuentes, al Chapo Guzmán y al Mayo Zambada; a Nacho Coronel, al Coss y aTony Tormenta. A los Beltrán Leyva. A todos, sin excepción.
El Lazca no quería pactos. Reclamaba plazas. Y decidía ir por ellas a como diera lugar. Sin acuerdos burocráticos de por medio.
Por eso, durante la segunda cumbre michoacana, se tomó una decisión: unir esfuerzos también para acabar con Los Zetas quienes, de paso, se negaban a compartir las plazas de Veracruz, Tabasco y Quintana Roo, presuntamente “prestadas” por el cártel del Golfo.
Eran todos unidos contra Los Zetas.
Así, justamente al terminar la segunda cumbre michoacana, se selló el destino, no sólo de la ruta que seguiría la lucha entre los cárteles del narcotráfico en México. De paso, se decidía la suerte de miles de mexicanos que, de una u otra forma, se verían involucrados en ese ajuste de cuentas, en una desenfrenada espiral de violencia, en un baño de sangre que, hasta hoy, ha cobrado la vida de más de 50 mil.
Miles de las víctimas —habrá que reconocerlo—, al servicio del narco.
Cientos más, mexicanos inocentes.
La guerra entre los cárteles de la droga no ha distinguido a sicarios o a civiles. Matan por igual, con tal de conseguir su objetivo. Es el poder violento del narcotráfico.
El abuso del poder narco.
ARCHIVO CONFIDENCIAL
¡AY, QUADRI! El candidato de Elba Esther es de astracanada. Lo de menos es que haga trampa y aborde su ridícula combi, cuando en realidad viaja en auto blindado. El fondo —y lo que lo descalifica— es su constante negativa de ser el candidato de esa calamidad apellidadaGordillo. Desde ahí no merece ningún respeto político. Y como aquí lo hemos apuntado, su actuación en el debate sólo confirmó la alianza PRI-Panal. Aunque no en la boleta, sí en el compromiso político.
Martín Moreno
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