Coahuila: los rastros de Stephen King

México, 18 de octubre (La Razón).- El 31 de julio a las 22:00 horas fue detenido Rubén Sifuentes El Shaggy por elementos de la Décima Compañía de Infantería del Ejército en Ciudad Acuña.

Nadie podía saberlo, pero en ese momento se estaban estableciendo las condiciones para uno de los momentos más oscuros de la historia de Coahuila: el asesinato de José Eduardo Moreira, que ocurriría el 3 de octubre y en el que las autoridades estatales han acusado a Sifuentes de ser el responsable material del crimen.

El Shaggy, al momento de su captura, traía consigo un paquete de 890 gramos de mariguana y cientos de cartuchos de diversos calibres, todos reservados para el uso de las fuerzas armadas.

El detenido fue remitido a la Procuraduría General de la República y consignado por delitos contra la salud en su modalidad de posesión de droga con fines de comercio y por la gran cantidad de cartuchos que portaba.

El juez Samuel Meraz Lares decidió reclasificar los delitos y dictó auto de formal prisión por posesión simple de mariguana, ya que, desde su óptica, no se probó que El Shaggytuviera la intención de venderla.

A decir del juez, el Ministerio Público nunca acreditó delitos graves y por ello ocurrió lo que ocurrió y el sujeto fue liberado bajo fianza.

La PGR apeló y un tribunal giró una orden de reaprehensión, pero El Shaggy, como es obvio, ya no estaba localizable.

La subprocuradora de control regional de la PGR, Victoria Pacheco, se quejó de la actitud del juez y reveló que ya se le indaga.

Nada dijo, por cierto, de la desastrosa actuación del Ministerio Público, que no fue capaz de armar un caso sólido.

En diversas ocasiones los juzgadores se han quejado de la falta de pruebas con las que se les remite a los acusados.

Si cada una de las instancias hubiera hecho un trabajo tan sólo decoroso, el sicario que mató a Moreira se encontraría bajo las rejas e imposibilitado de dañar a la sociedad.

Esto recuerda a la novela de Stephen King, 22/11/63, que es precisamente la de un viaje al pasado en el que se evita el asesinato del presidente John F. Kennedy.

Eso, por supuesto, es imposible, pero no deja de ser un escándalo el corroborar lo poco que se avanzó, en nuestro país, en el tema de procuración y administración de justicia y las consecuencias que ello tiene para la vida pública.

El pasado no se puede cambiar, pero sí se puede asumir la responsabilidad de lo que no se hizo bien, al menos para que nunca se repita.

Es esa puerta giratoria de nuestro sistema en el que los delincuentes entran a prisión y salen para volver a delinquir, o porque son liberados debido a desastres o inconsistencias en sus procesos o por la ausencia de una verdadera política de readaptación.

Aquel 31 de julio todo pudo ser distinto. Es verdad, no lo sabríamos, pero ésa suele ser la mejor noticia, cuando de seguridad se trata.

Julián Andrade

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