*La hazaña de construir un kilómetro 130 metros diarios de vía férrea…
México, 14 de febrero.- Las canas. Las líneas de expresión marcadísimas. Las ojeras.
El tiempo que no perdona. El tiempo contabilizado en horas que no tienen fin. En minutos que todo cobran.
Las huellas en sus pulmones, los signos del sol sobre la piel.
Las ausencias familiares. Las ausencias todas, como si viviese fuera de todos los mundos conocidos, siempre cubierto de polvo, siempre tragando polvo, siempre rezongando en el polvo.
El General Ingeniero Militar, único Divisionario con este origen, Gustavo Vallejo Suárez, regresó a las cámaras de televisión, a las luces matinales, a una exhibición que, siempre, le es connaturalmente incómoda.

Vallejo que es Vallejo, idéntico desde que era Teniente Coronel en la inmensa cercanía con el General Guillermo Galván Galván. Todavía insiste en tropezar palabras como si, siempre también, fuese mayor el número de conceptos a decir. Como si fuese un concurso, una carrera de temas que deben expresarse.
El General Vallejo sigue significándose acatando ordenes, ahora como él que construye trenes. O, para entendernos mejor, las vías sobre las que deben transitar estos. Antes hizo, estas sí hazañas que se ven a simple vista, que pueden juzgarse desde cualquier ángulo sin argumentaciones válidas, dos de los mejores, más eficientes, más bellos aeropuertos del mundo. El ya premiado en Francia, aeropuerto de Santa Lucía, y el de la selva, el que se construyó a golpe de voluntad, a gritos, sin consideración para quienes entraron en el entramado de verdes cargando combustible, sierras, martillo. Caminando entre víboras y otros animales, cubiertos de mosquitos. Sí, construyó el aeropuerto de Tulum que está literalmente en la mitad de la selva, en tiempo récord, mientras cada semana le renunciaban trabajadores y cada semana conseguía nuevos trabajadores. Todo esto sin rebasar el presupuesto.
A eso agréguese, para consumo castrense, la construcción de las bases de operación de la Fuerza Aérea en ambos aeropuertos.
Ahora son los trenes. Ahora son las construcciones que le ordenan. Ahora es entrarle a lo que otros no pudieron, o como dijo la Presidenta Sheinbaum, a lo que se estaban tardando mucho en terminar.
Su estilo no da cabida a consideraciones civiles hechas para civiles, con menos urgencias para terminar el gran proyecto ferroviario que le encargaron. Trabajar bajo sus ordenes, incluso para militares acostumbrados, es muy duro. Para completar ese kilómetro y ciento treinta metros de vías cada día, hay que joderse mucho. En toda la extensión de la palabra. Textualmente se trabaja día y noche, turnos que se alargan por las supervisiones, por la cotidiana revisión de normas que, además, deben cumplirse. Estos turnos de trabajo son hórridos, día y noche en condiciones extremas de calor, mosquitos, humedad, lluvia, sol. Lo que se quiera agregar.
En el General Gustavo Vallejo la tolerancia es extremadamente inexistente. Es famoso el regaño a uno de sus jefes de obra porque un puente en Chetumal, hoy transitado sin problema, no avanzaba a su tiempo, a sus exigencias, y la población justamente se quejaba cada día. De donde el General Vallejo le habría dicho al responsable del retraso que mejor se pusiera el uniforme de gala y se colgase del puente por la vergüenza que debía de sentir por no cumplir en tiempo.
Ese es Vallejo Suárez. Con su cara de niño bueno…
Hoy, 13 de febrero de 2025, le encargaron lo que debió haber sido su responsabilidad desde el primer día, por sentido común, por lógica elemental: La construcción del tren que irá de la Ciudad de México al aeropuerto Felipe Ángeles, el AIFA. Proyecto que ponen en sus mano porque los constructores que tuvieron el contrato no pudieron. Así de simple. Va a construir donde otros fracasaron. Y lo hará a su estilo, necio, intransigente, sin escuchar mucho o, tal vez, sin escuchar algo. Atrabancando los tiempos, con la bota militar en la tierra, supervisando de madrugada.
Y también, como si no tuviese chamba, se comprometió a terminar en 2027 el tren entre Pachuca y el AIFA.
Frente a su jefa, Comandanta Suprema de las Fuerzas Armadas, el General Vallejo se comprometió a construir tres mil kilómetros durante este sexenio. Tres mil kilómetros de vías, pero también de estaciones, paraderos, bases de mantenimiento, levantamiento de antes, puentes… Lo que se necesite, lo que le ordenen que debe hacerse.
Tan alto que es, tan buena gente que parece a veces. Vallejo Suárez, General de División, es una máquina constructora, que afirma: “Seis años después ya tenemos la experiencia técnica y capacidad instalada para hacerlo. México ocupa el onceavo lugar en cuanto al desarrollo de infraestructura ferroviaria”.
Y terminó su intervención con esta sentencia: “No estamos mal”. No, no estamos mal si consideramos que esto de la construcción es, también, una gran batalla militar donde los buenos van ganando…
Isabel Arvide / @isabelarvide / EstadoMayor.mx