México, 2 de mayo (El País).- Lupita Meléndez va camino de su casa en la calurosa Ciudad Juárez, al norte del país, cuando responde al teléfono. En unos minutos atravesará el umbral de su hogar y se quedará incomunicada. Varios agentes la esperan día y noche apostados en la puerta y el techo de la vivienda. En cuanto llegue le revisarán las bolsas y le sacarán su celular. Es su particular bienvenida diaria desde que hace siete meses su casa se convirtió en la cárcel de su hijo…nota completa.
Inés Santaeulalia
