Ciudad de México/ 09 junio.- Los tiempos de la transparencia y la rendición de cuentas a toda prueba en el gobierno de la Cuarta Transformación, por lo menos en temas militares, pasaron a la historia muy pronto. Era demasiado bueno para ser verdad.

De los informes extensos y bien documentados acerca del avance en las obras de construcción del Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA) no queda nada más que el recuerdo de lo que era un prometedor y muy detallado ejercicio de la Secretaría de la Defensa Nacional (SEDENA), de la Fuerza Aérea Mexicana (FAM) y de la Dirección General de Ingenieros (DGI) y, finalmente, del responsable de la obra, el general Gustavo Ricardo Vallejo Suárez.
El espectáculo informativo del general Vallejo y de sus jefes, los generales Luis Cresencio Sandoval y Manuel de Jesús Hernández González, se fue apagando en la medida en que el sexenio de la pandemia militar comenzó a enredársele en las manos al presidente Andrés Manuel López Obrador; primero con los traspiés del coronavirus y su inopinado impacto en la estrategia de humo para enfrentarlos riesgos y amenazas de tipo sanitario.
Obrador y su aparato de Estado demostraron de manera descarnada no tener la menor idea de lo que esto significaba, no saber y ni evaluar ni calcular la importancia y el peso de semejante factor en una verdadera agenda de seguridad nacional, esto pese al antecedente más o menos inmediato del SARS, de la Gripe Aviar y de la Influenza H1N1 en 2009.
Ninguna de estas experiencias y escenarios a nivel mundial se quedaron plasmadas en el gabinete de seguridad nacional para traerlas hoy y ponerlas sobre la mesa con un primer criterio ineludible: no minimizar el fenómeno, entenderlo, valorarlo, darle su justa dimensión, no jugar al optimista, no dejar espacios al engañoso e irresistible discurso de la demagogia populista y sanadora que reduce las realidades a un voluntarismo mediático perverso.

Esto fue precisamente lo que sucedió; se le dio al coronavirus un tratamiento de segunda mano en el gabinete de seguridad nacional (cualquiera que sea la noción que de este concepto tenga López Obrador) enfrentó la emergencia sanitaria sin recursos económicos ni materiales y mucho menos con la preparación, el entrenamiento y la constante revisión de procedimientos, técnicas y escenarios posibles ante una enfermedad que meses antes de llegar al país ya había causado suficientes estragos en varios puntos del planeta, en naciones mucho más avanzadas que la nuestra.
En la medida en que el COVID-19 ha ido impactando y cimbrando la estructura social y luego la estructura militar, sus efectos se han dejado sentir hasta anular la transparencia y la rendición de cuentas claras que el general Vallejo y sus jefes, todos sus jefes, blandían cada mañana.
Sus informes sobre el avance de las obras emitidos en 2019 y en los primeros meses de 2020, desaparecieron y se convirtieron en simples clips de video cada vez más escasos de información real, de fondo, detallada, para conocer lo que realmente se hace allá en Santa Lucía.
Y no se diga de cualquier dato relevante, concreto y actualizado semana a semana acerca de los controles y seguimiento al personal civil y militar para evitar que se enferme de COVID-19. Salvo por una o dos secuencias de información, los tan traídos y llevados clips de video de dos minutos que poco o nada dicen en realidad de la obra, no permiten saber en realidad cuantos elementos de sanidad militar trabajan en el AIFA, cuantos exámenes se hacen diariamente al personal civil y militar que ahí labora, cuántas mascarillas, cubrebocas, caretas, guantes, batas, tanques de oxígeno, camillas, ambulancias, casas de campaña habilitadas para atender a obreros hay en Santa Lucía, y cuántos militares o civiles han dado positivo o negativo a los exámenes de detección del coronavirus, cuántos han sido regresados a sus casas o turnados a un hospital (en la BAM-1 hay uno) por sospecha de tener la enfermedad y cuántos están internados por haber contraído la enfermedad.
Además, no se ha informado a detalle qué sucede si un obrero civil se enferma, ¿a qué prestaciones o ayudas tiene derecho, por cuanto tiempo y quién se las prestará? Silencios aquí y allá.
En noviembre de 2019, en enero, en marzo y en mayo de este año, el General Gustavo Vallejo mostró los informes más recientes del avance de las obras en su aeropuerto (luego seguirán el Tren Maya, la refinería de Dos Bocas y los bancos del Bienestar).

Solo en los tres primeros se permitió entregar o hacer llegar a algunos medios de comunicación la copia de la presentación de los avances de obra. Luego, poco a poco, el flujo de información fue cortado, tal vez por órdenes del general secretario, tal vez por orden del comandante de la FAM, tal vez por resquemores del propio Vallejo.
Finalmente, el general del AIFA prefirió aislarse de todo y de todos y no rendir más cuentas que las estrictamente necesarias para que la gente conozca el portento de ingeniera post COVID que deberá entregarle a López Obrador el 21 el improbable 21 de marzo de 2022.
En el portal del AIFA se pueden ver los clips de la obra. El del 18 de mayo es el más completo. Fue en la mañanera de ese día y del documento mostrado en pantalla no existe huella alguna en el propio portal de la obra. Mucho menos de los tres mencionados. Tampoco fue compartido con los medios.
Poca transparencia.
Casi nula.
Los detalles más pulidos de la construcción del AIFA -proyecto que crece bajo la sombra de las decenas de dudas en torno al nebuloso historial de bardas perimetrales, de estacionamientos a precio de oro, de empresas fantasma y de compañías al vapor- son cosa de generales, nada más.
Jorge Medellín / @JorgeMedellín95 /EstadoMayor.mx