La sucesión en el Ejército

México, 14 de septiembre (El Universal).- La columna del desfile militar de pasado mañana, conmemorativo del aniversario número 202 de la Independencia, será comandada por el general de división Moisés Augusto García Ochoa, director de Administración de la Secretaría de la Defensa Nacional.

El divisionario —mencionado como uno de los aspirantes a encabezar la Sedena—, es de los que cree que el combate contra el narcotráfico debe continuar “sin un protagonismo especial de los militares”.

En su libro La participación de las fuerzas armadas en el entorno de la seguridad pública, el general García Ochoa considera que hay una sobrecarga de responsabilidades sobre la espalda del Ejército y que el costo de involucrarlo cada vez más y más en la lucha contra el tráfico de drogas puede favorecer a su erosión y al consecuente daño a la institución que garantiza el monopolio legítimo de la violencia sobre el territorio nacional.

Sería excesivo inferir de estas declaraciones que el general García Ochoa esté a favor de sacar al Ejército de las tareas de seguridad pública con las que ha sido sobrecargado, aunque sí se percibe su proclividad a limitar su participación, en sentido contrario a la estrategia ordenada por Felipe Calderón como comandante en jefe de las Fuerzas Armadas y aplicada por el actual general secretario, Guillermo Galván Galván.

Hay otros divisionarios que aspiran y pueden ocupar la Secretaría de la Defensa Nacional en el gobierno de Enrique Peña Nieto. Entre ellos están el general de división Marco Antonio González Barrera, inspector y contralor general del Ejército; el general de división Carlos Demetrio Galván Ochoa, subsecretario de la Defensa; el general de división Luis Arturo Oliver Cen, jefe del Estado Mayor de la secretaría; y el general de división Salvador Cienfuegos Zepeda, oficial mayor de la dependencia.

Ninguno de ellos, hasta donde se pudo indagar, ha fijado públicamente su posición respecto al papel que debe seguir jugando el Ejército en la guerra contra el narcotráfico. Se percibe, sin embargo, una opinión favorable a reformular dicha participación para evitar, sobre todo, la erosión provocada por la fuerza económica corruptora de los grandes cárteles del narcotráfico.

Claro está que la última palabra la tendrá Enrique Peña Nieto, tanto en la estrategia a seguir como en la persona que habrá de operarla. No se sabe si el Presidente electo ya tomó una decisión en medio de la lucha política que la sucesión desata también entre las filas del Ejército. Sirva como referente que Calderón no lo había decidido cuando faltaban cuatro días para que tomara posesión.

Lo cierto es que el designado para desempeñar el encargo durante los pasados seis años, el general secretario Guillermo Galván Galván, aprovechó bien la ocasión del aniversario 165 de la defensa del Castillo de Chapultepec para organizar una espectacular representación de episodios relevantes de nuestra historia, con ejercicios militares a fuego real, aviones supersónicos y maniobras de fuerzas especiales, que no sólo conmemoró la gesta de los Niños Héroes, sino que sirvió de despedida de las Fuezas Armadas a Felipe Calderón.

Instantáneas

ALIANZAS. Primero tres hechos: la retirada de AMLO del PRD anunciada el domingo 9 de septiembre; la sugerencia hecha el miércoles 12 por el líder del partido del sol azteca, Jesús Zambrano, de aliarse con el PAN en las elecciones locales que tendrán lugar el año entrante; y la reunión de Enrique Peña Nieto, también el miércoles pasado, con el líder del PAN, Gustavo Madero, y gobernadores del blanquiazul. Es cierto que la política es negociación entre las fuerzas políticas, pero en este caso no deben perderse de vista algunas implicaciones de estos hechos: están en marcha acuerdos cupulares que mantendrán un estado de cosas que no da cabida a cambios reales comprometidos con las necesidades de la gente. Entre esos acuerdos puede verse el de Calderón, aún en Los Pinos, con la facción moderada-progresista de la izquierda electoral que representan Marcelo Ebrard y Manuel Camacho. Pero, por otro lado, el de los Chuchos del PRD con Calderón, ya fuera de Los Pinos, y probablemente al frente de lo que queda del PAN, para darle batalla electoral al PRI como lo hicieron en las elecciones de 2010 celebradas en Oaxaca, Puebla y Sinaloa. Nada han aportado quienes llegaron al gobierno por esa vía aliancista: Gabino Cué se ha perdido en la maraña de intereses corruptos que mantiene en Oaxaca su antecesor Ulises Ruiz; Rafael Moreno Valle tampoco ha tocado, ni con el pétalo de una rosa, a ese prototipo de la corrupción que es su antecesor Mario Marín y ha seguido defendiendo los intereses de los poblanos ricos, ricos; y Mario López Valdés no ha podido ni moverse, en medio de la urdimbre tejida por los operadores del gran negocio local de Sinaloa que es el narcotráfico. Entonces, ¿alianzas para qué?

Raúl Rodríguez Cortés

Opinión

El Universal


Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *