Bitácora de Vuelo

México, 6 de enero.- El último año de gobierno de Enrique Peña Nieto y del general Salvador Cienfuegos Zepeda al frente de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) será también el de importantes y esperados anuncios, como el de los nuevos aparatos que sustituirán a los tigres F-5E y F-5F del diezmado Escuadrón Aéreo 401.

Para avanzar en ese sentido el alto mando militar ya tiene un buen trecho de camino avanzado en le decisión que se tomó a finales de 2017 para dotar a la Fuerza Aérea Mexicana (FAM) de un escuadrón de cazas nuevo, no de segunda mano.

El acuerdo al que se llegó en la cúpula militar y naval el año pasado, y que fue aprobado por el Comandante Supremo, fue el de no volver a comprar material bélico de segunda mano.

Esta decisión tiene un horizonte estratégico: invertir en equipo militar nuevo, si bien será muy costoso, implicará contar con material avanzado, tener un paquete que incluirá soporte y refacciones entregados en tiempos más cortos que antes, así como avanzar en esquemas de interoperabilidad y de inserción efectiva en ejercicios internacionales con fuerzas armadas que manejen sistemas y equipo similares.

En el caso de México el esquema a seguir en cuanto a la tecnología y operatividad es el de los Estados Unidos. La donación y compra de más de 30 helicópteros UH-60M Black Hawk para la GFAM y para la Marina son tal vez el mejor ejemplo de este panorama de integración e interoperabilidad.

Por eso, más allá de los rumores y la especulación, los sustitutos del EA-401 deberán ser aviones norteamericanos -como primera y lógica opción-, dejando en segundo término otras aeronaves como los Gripen suecos, los Yak-130 rusos, los ALCA checos y los F-16 israelitas que son aparatos usados.

En la pasada FAMEX 2017, los representantes de Gripen fueron honestos y claros al señalar que sus cazas eran muy atractivos y seguramente podrían funcionar para la defensa del espacio aéreo mexicano y de puntos estratégicos del país, pero que al final resultarían demasiado costos para el nivel de seguridad que México requería.

En pocas palabras, indicaron que México no necesitaba cazas como los Gripen, sino aparatos menos avanzados, más de acuerdo con su situación geopolítica y geoestratégica.

Este esquema y visión de los suecos no opera para los planes rusos. Desde hace un año, con la presentación del MiG-35, el caza más avanzado de cuarta generación de la aviación militar rusa, surgieron cualquier cantidad de versiones y propuestas financieras para que en Latinoamérica hubiera interés real en estos aparatos.

La propaganda rusa insiste desde julio de 2017 en que su caza avanzado es más barato (sic) en la relación de costo-operación que los Gripen, que los F-16 y que los Rafale franceses. Pero la verdad es que tratar de colocar en México un caza de cuarta generación como el Mig-35 en las narices de los Estados Unidos es poco menos que ilusorio.

La idea de los rusos no es solo la de venderle a México un lote de 20 a 24 cazas, sino construirlos aquí mismo, invirtiendo lo que haya que invertir y pedirle al gobierno ciertas ventajas competitivas, terrenos, algunos insumos y una cartera abierta, más allá de lo civil, para fincar sus productos.

Hay que recordar que desde noviembre de 2017 se anunció el ambicioso proyecto de la empresa mexicana Craft Avia Center (con sede en Guadalajara) para introducir el helicóptero ruso Ansat, de Russian Helicopters, para uso civil para fabricarlo en instalaciones del Centro Logístico Jalisco, en Acatlán de Juárez.

Uno de los primeros objetivos de este proyecto es el de construir 15 aeronaves Ansat y colocarlas en el mercado mexicano antes del 2020. Actualmente se trabaja en los permisos de aeronavegabilidad del helicóptero con buenas perspectivas. El camino para fabricar aquí aeronaves rusas ya está abonado.

Pero la realidad es que las posibilidades del Mig-35 son escasas. El gobierno norteamericano nunca aceptará el despliegue de cazas rusos avanzados -y menos su fabricación- a unos cientos de kilómetros de su frontera sur. La única posibilidad más o menos factible sería la compra de cazas ligeros o de aviones entrenadores rusos como los Yak-130, que podrían funcionar para las necesidades de vigilancia estratégica.

El problema con la oferta de un escuadrón de F-16, F-15 y hasta F-18 norteamericanos es que se trata de naves de segunda mano; sí, modernizadas, sí, actualizadas, sí, con capacidades operativas como las que nunca tuvieron los tigres de Santa Lucía, pero, sí, de segunda mano y eso es precisamente lo que los mandos del Ejército y la Marina ya no quieren.

A menos que el mercado se cierre y las ofertas de suecos, rusos, checos y hasta japoneses se eleven de forma inimaginable, le opción para una nueva flota de cazas a reacción seguirá siendo norteamericana.

 

Jorge Medellín

@JorgeMedellin95

Estadomayor.com

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