México, 20 de febrero (Redacción).- El punto de inicio del “Modelo Coahuila”, en esto hay que ser muy clara, fue que en una reunión entre el gobernador Humberto Moreira y el Presidente Felipe Calderón al principio de su mandato, el primer mandatario afirmó que su procurador, Jesús Torres Charles, estaba coludido con el crimen organizado.
Como respuesta a esto, ya era yo asesora de Moreira, le aconsejé que nombrase a director de la policía que fuese totalmente ajeno a Torres Charles, que viniese de fuera, con el aval de la Sedena, y que viniera especialmente a limpiar sin limitantes la policía ya que cualquier corrupción del entonces procurador estaría en ese ámbito.
Desde ese momento quedamos en el acuerdo, de nosotros, de que quien fuese el titular de la policía actuaría con total autonomía en su desempeño.
Luego vino Armando Luna a pedirme, por encargo de Moreira, que buscásemos un jefe militar que pudiese controlar la corrupción en los penales de Coahuila que entonces dependían de la Secretaría de Gobierno.
Luna, recién nombrado, finales del 2007, había encontrado que prácticamente los Zetas mandaban en las cárceles al extremo de querer establecer una ladrillera ahí. La impunidad era brutal y el miedo de las autoridades, celadores, directores y el mismo responsable de Readaptación Social, inmenso.
Se decidió que pediríamos un general todavía en activo que vendría en condiciones de trabajo muy especiales, tanto en salario como en tiempo, en autonomía ya que estábamos hablando de un asunto de la mayor urgencia, relevancia y riesgo.
Así llego a Coahuila el general José Luis García Dorantes.
Luna tenía la costumbre local, política pueblerina, de hacer esperar horas a cualquiera que llegase a su oficina. Los militares, generales, venían recién retirados, con poca experiencia con políticos y sin costumbre de antesalas. Ahí comencé a mediar y mi responsabilidad con ellos, mi trabajo de “enlace” fue creciendo.
El gobernador Moreira tenía una relación complicada con el general Juárez Loera que era Comandante de la Región Militar en Torreón por su cercanía con las autoridades panistas. Al cambio, con la llegada del general Mario Marco Antonio González Barreda se estableció una nueva relación de armonía y trabajo conjunto, de respeto. Y Moreira le pidió apoyo con la llegada de jefes militares a puestos de seguridad pública. Yo fui responsabilizada de establecer los puentes de encuentro, de coordinar, de “traducir” entre el lenguaje civil y el militar que es el punto de desencuentro que ha hecho fracasar la presencia militar en las entidades federativas.
Simplemente porque las razones políticas suelen ser distintas a las militares, y las costumbres, la manera de entender el universo, son muy diferentes.
Así fue que trabajamos.
Con grandes celos y reclamos porque las condiciones económicas y de prestaciones que yo había conseguido para los jefes militares eran muy superiores a los sueldos locales.
En un principio Jesús Torres Charles era parte de esta “coordinación” hasta que surgió el nombre de Carlos Centeno.
Un comandante que era jefe en Torreón, que contaba conto el apoyo de Torres Charles y que estaba inmiscuido en asuntos criminales. Los militares hicieron una detención, encontraron armas a unos maleantes y esas armas resultaron pertenecer a la licencia colectiva del Estado, estaban comisionadas a la escolta de Centeno. Eso era suficiente, en la visión castrense rígida y que venía Coahuila para hacer correctamente su trabajo, a fondo, de combatir al crimen organizado, para pedir su destitución.
Fui encargada de “explicar” esto a Torres Charles con quien mantenía una relación afable.
Y ahí comenzaron las broncas.
Torres Charles defendió a morir a Centeno. Luego me enteraría que es hijo de un abogado que fue director de la Facultad de Leyes y ahí es donde aparece en imbricado telar político-jurídico-corrupto de la Procuraduría primero y luego de la Fiscalía.
Ignoro si esto sucede en todo el Norte del País, en el Sur es distinto. Pero lo que prevalecía en la Procuraduría y en la Fiscalía era las relaciones de la Facultad, de las asociaciones de abogados, la política entre abogados (que supongo que tiene su utilidad también política-electoral), los compadrazgos entre ellos: jueces, ministerios públicos, comandantes, policías… todos son parte de una gran familia que se protege a sí mismo. Y donde si uno de ellos es corrupto cuenta con todos para defenderlo, a priori.
Centeno resultó inamovible. Esto ponía en entredicho la voluntad del gobernador Moreira de limpiar la policía. Y frente a mi mirada comenzó a señalar a Jesús Torres Charles en tela de duda.
Uno de los motivos que exponía era la capacidad de Centeno. Torres Charles decía confiar en él para resolver casos complicados, entre ellos los secuestros.
Y como sucede en las policías estatales, se privilegiaba eficacia frente a honestidad.
Ese es uno de los grandes vicios.
Si además Torres Charles sabía que Centeno daba protección a los Zetas, para el efecto daba igual.
La Región Militar hacía su chamba. Tenía información dura, pruebas, cosas contra Centeno, el gobernador comenzó a ordenar que lo quitase Torres Charles y éste a enojarse conmigo.
¿Por qué conmigo? Muy simple: Mi papel era decirle la verdad a Humberto Moreira. Una y otra vez. Como yo no aspiraba a ningún puesto ni a un futuro político era muy necia en esto. El tema Centeno duró más de un año.
Yo decía y volvía a decir. Moreira ordenaba a Torres Charles y éste no obedecía.
Yo me comencé a preocupar. Mucho. Porque también yo era el hilo más delgado.
Torres Charles es un hombre inteligente, hábil, que comenzó a llevar a su lado al general Ernesto Estrada Bustamante, que llegó directamente enviado de la Sedena para hacerse cargo de la policía. Ya fuera de Coahuila me enteré, como me hubiese gustado saberlo antes, puede consultarse en mi nuevo libro sobre Generales, que había sido enlace entre la organización de Juárez y un intento del “Señor de los Cielos” de acercarse a pactar una “tregua” con el gobierno. Esto de acuerdo a declaraciones del general Gutiérrez Rebollo y, también, a testimonios confiables de altos jefes militares que yo cuestioné cuando (insisto fuera ya de Coahuila) recibí esta información.
Estrada Bustamante fue convencido por Torres Charles de muchas maneras, aprovechando la disciplina castrense de respeto al jefe.
Y se negó a cerrar la puerta a la corrupción. A ver. A hacer.
Y yo estuve encima de él. Con este comandante Centeno, con otros comandantes, con Lima que Estrada trajo y los militares tenían mala información, con el hermano de Torres Charles que es capitulo aparte.
Torres Charles se apartó completamente del trabajo del grupo de generales y jefes militares que estuvimos en Coahuila. Yo le pedí al gobernador Moreira que no fuese a las reuniones mensuales en mi casa porque no había una relación de mutua confianza y, precisamente, hablábamos en la presencia del comandante de la Región Militar de los problemas de trabajo.
Luego Torres Charles volvió a enfrentarse conmigo por el general Bibiano Villa, entonces en Parras como director de la Policía Municipal. Yo lo defendía, ese era, fue siempre mi papel. Yo tuve una gran generosidad por parte de Humberto Moreira para escuchar. Y nunca, tengo que decirlo en voz alta, pidió algo que fuese incorrecto, ni ordenó que se hiciera o se dejase de hacer.
Si Moreira no me hubiese escuchado, con esa apertura, a mí y a los jefes militares, al general González Barreda que siempre tuvo todo el apoyo personal e institucional, Coahuila se hubiese descompuesto mucho antes en la seguridad.
Creo que el mayor defecto de Moreira es una de sus virtudes humanas: La generosidad. Fue generoso en creer las razones de Jesús Torres Charles, en tolerar que no lo obedeciese, en no quitarlo aunque varias veces estuvo muy cerca de hacerlo y algo, alguien, intervino a favor de Jesús.
Esa generosidad se confunde con tolerancia. Fue generoso también con Javier Villarreal que lo engañó como Torres Charles.
Luego Humberto se ocupó mucho de la política nacional. Luego vinieron muchos acontecimientos políticos ajenos al tema de la seguridad a sobreponerse a las razones de la seguridad.
En el cambio de año, que coincidía con la llegada de nuevos presidentes municipales, del 2008 al 2009 Humberto Moreira rediseñó la presencia militar en la entidad de acuerdo a razones de densidad poblacional y no geográficas como inicialmente yo le había presentado. Acató, escuchó, decidió a favor de la tesis mía con apoyo de la Región Militar sobre el nombramiento del general Villa en Torreón como director de la policía municipal.
Esto contra la voluntad de Torres Charles que tenía otro candidato, que sabía que si Villa llegaba no iba a controlar Torreón.
Basta recordar que en los primeros días del 2009 hubo un asesinato de 14 jóvenes en un bar que recibía abierta protección, incluso había sido dueño o socio del dueño, del comandante Centeno entonces ya prófugo o ausente de la Ciudad. Porque eso respondía Torres Charles, que no lo encontraba para “correrlo”.
Y surgió el hermano de Jesús. Esto era muy delicado. Humberto Torres Charles era un personaje mítico, intocable, cercanísimo a Jesús. Me consta las veces que el gobernador escuchó argumentos nuestros en contra y también las veces que ordenó que Jesús lo quitase de la Fiscalía, de la Policía.
En los hechos no estaba dado de alta, era una madrina con fuerza, con poder, con mando que le permitía ilegal e inmoralmente el general Estrada Bustamante contra mi voluntad.
Cuando presentamos formalmente el “Modelo Coahuila” en Torreón, principios de febrero del 2009, tuvimos la peor confrontación. Entrevistada en el radio respondí que no habíamos tenido mejores resultados porque Torres Charles estorbaba nuestro trabajo o algo todavía más fuerte. Y señalé la presencia del hermano.
Días después me llamó y me amenazó, dijo que me callara o que me haría callar. Se lo comuniqué a Moreira que me pidió hablar primero con él y después conmigo. En ese lapso surgió lo de Villarrreal que ocasionó mi salida de Coahuila donde, lo sabía yo, me había convertido en alguien muy incómodo para muchos.
Aquí quiero reflexionar en voz alta sobre algo que desde fuera parece sencillo y en la práctica es muy difícil: Cambiar la realidad.
Tú puedes tenerla voluntad, tú puedes ordenar, dar razones, exigir, y eso puede conducir a la nada. O al fracaso.
Hasta los acontecimientos de estos días, cuando la justicia federal persigue con la ley en la mano a Humberto Torres Charles y Jesús Torres Charles ha renunciado al espacio político que le había dado el gobernador Rubén Moreira, creía que los Torres Charles y su corrupción me habían derrotado.
Que ellos, con sus razones de poder local, con sus manipulaciones, habían inclinado la balanza hacía la corrupción. Porque yo denuncié, yo dije, yo pedí que se fueran, que los quitasen, ni siquiera que los enjuiciaran o denunciaran, simplemente que nos permitiesen tener una mejor policía sin corruptos con placas que estaban al servicio de los mugrosos, de los Zetas que nos amenazaban.
Y yo me fui de Coahuila. Y los jefes militares que se quedaron, los menos, como Talavera, fue para cobrar su sueldo sin cumplir con su obligación de transformar la realidad, de combatir la corrupción a su alrededor.
Para vergüenza del uniforme militar, como Talavera, muertos de miedo renunciaron cuando ya no pudieron mamar más del erario público o fueron amenazados de muerte por no cumplir con las expectativas de los criminales que creen, saben tal vez, que omisión es igual a complicidad mientras los militares pensaban que no.
Torres Charles pensaba que era inamovible. Su origen fue la cercanía con Rubén, que lo recomendó con Humberto. La realidad terminó por imponerse.
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