México, 23 de febrero.- Con la voz entrecortada y buscando cualquier rincón como refugio, los reporteros dedicados a narrar el día a día del estado de Tamaulipas, se acostumbran (desgraciadamente) a vivir entre balas, amenazas y la constante incertidumbre sobre la posibilidad de ser una estadística más de la violencia en la cual está sumergida el país.
