México, 27 de octubre.- Fueron los mismos de siempre. Los rostros cada vez más envejecidos de sus incondicionales, los que están siempre en las fotografías, los que han aprendido a lucrar con la supuesta impecabilidad de su líder. Volvieron a llenar el Zócalo con apoyo, obvio, del gobierno de la Ciudad. Ahí la permanente campaña política por el poder, y los canticos de siempre, las consignas desgastadas.
En realidad parecía una escena de hace varios años, hasta hubo quienes tuitearon que las fotos eran de otro mitin. Y así como hace un sexenio pedía a gritos la renuncia de Felipe Calderón Hinojosa, hoy López Obrador se montó sobre la tragedia de Iguala para exigir que Peña Nieto se vaya de Los Pinos.
Como si el primer mandatario hubiese sido el Gobernador de Guerrero o el Presidente Municipal de Iguala. Suma de absurdos tan repetida que da hasta flojera hacer la crónica respectiva.
Con una circunstancia nueva: la complicidad de López Obrador con José Luis Abarca, prófugo de la justicia, y con el gobierno de Guerrero que permitió la violencia que desembocó en la desaparición de los estudiantes de la Normal.
El mismo domingo 25 de octubre Andrés Manuel fue acusado, primeras páginas en todo el país, por el diputado local perredista Oscar Díaz Bello de haber llevado al poder a la pareja criminal cuando él mismo, precandidato a esa alcaldía, le entregó documentación que probaba su complicidad criminal con Guerreros Unidos al líder de Morena. Lo que provocó que López Obrador dijese en el mitin en el Zócalo de la Ciudad de México que no tenía complicidades con estos. O sea que no negó su fuerza, su impulso político para hacerlo candidato y llevarlo al triunfo en las urnas.
Lo que, a su vez, hizo que el dirigente del PRI solicitase que se investigase la participación de López Obrador en Iguala… Lo que se justifica en su participación política.
No hay forma de aceptar, imaginar siquiera que López Obrador no tuviese información sobre quién era Abarca y las relaciones familiares de su esposa con un grupo criminal que tenía preponderancia en esa zona. Hacerlo candidato perredista a sabiendas, como fue, implica forzosamente una “complicidad” si no legal por lo menos moral.
Así mientras Carlos Navarrete, nuevo dirigente del PRD, pedía perdón a los mexicanos AMLO lucraba, o busca lucrar con esta tragedia. Lo que en verdad importa es que Abarca, o sea la persona que hoy se sabe que ordenó el secuestro de los jóvenes, el operativo donde otros resultaron muertos, era perredista y tuvo en todo momento el apoyo de López Obrador.
A partir de esta realidad habría que avergonzarse, que trabajar en enmendar esos errores. Encabezar un mitin no es sino un acto de cinismo.
Mientras tanto en Guerrero nombraron a un gobernador sustituto que no tiene ninguna vinculación con partidos políticos ni con la política, un hombre de la Universidad, un guerrerense con una maestría en el extranjero, que pretende distender de alguna forma la justificada y grave irritación social vigente: Rogelio Ortega.
Su nombre apareció el sábado en lugar de la titular de Sedesol en Guerrero, Beatriz Mojica que el viernes tenía la gubernatura en sus manos, a la salida de Ángel Aguirre con el apoyo de “Los Chuchos”, básicamente de Jesús Zambrano de quien ha sido muy cercana.
Lo que se canceló por las guerras internas, y básicamente por la negativa de Silvano Aureoles, con el argumento irrebatible de la relación de la hermana de ésta con la esposa del Presidente Municipal prófugo.
Le señora Mojica declaró, en conferencia de prensa, que por misoginia le impidieron ocupar este cargo, por lo que con el apoyo, obvio, de “Los Chuchos” comenzará una campaña para obtener la candidatura del PRD al gobierno el próximo año.
Esto fue, también, una lucha política desatada en Guerrero mientras lo que importa está en el ámbito legal.
Siguen desaparecidos 43 estudiantes que según las versiones que corren, y que el padre Solalinde llevó a la PGR con Jesús Murillo Karam, fueron quemados totalmente por lo que no pueden encontrarse sus “restos”. Y hay 38 cadáveres encontrados en fosas cercanas a Iguala sin nombre ni apellido que son producto de la impunidad con la que autoridades y criminales actuaron en meses, años anteriores. Autoridades siempre perredistas, siempre apoyadas por López Obrador.
Estos muertos, de los que no se encuentran los cadáveres y los cadáveres que no tienen nombre, son los que debieran importar…
Isabel Arvide
@isabelarvide
Estado Mayor
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