Ejército mentiroso…cada día a la baja en la confianza mexicana

México, 1 de octubre.- Lo que nunca imaginaron los antecesores del general Salvador Cienfuegos, ni en sus peores crisis, que pudiese pasarle al Ejército sucedió: fueron encarcelados por asesinos.

Con el agravante de una torpe mentira, de un montaje, de ocultamiento frágil y estúpido.

Porque el procurador Jesús Murillo Karam tardó días en sumar los elementos para dictaminar presunta responsabilidad por asesinato a tres soldados.  Y para algunos, todavía, se quedó corto.

Cuando en las primeras páginas de diarios de circulación nacional se discute el significado de “Ejecución Sumaria”, el gobierno de la República anuncia, con el procurador militar como aval para la fotografía, que “ha descubierto” que los soldados que participaron en un operativo en Tlatlaya “dispararon dentro de la bodega sin ningún motivo”.

O sea, fusilaron a los jóvenes presuntos delincuentes.

El horror en su máxima expresión porque es la ratificación oficial, legal, de que los militares suelen asesinar.  Es decir, ratifica lo que la oposición, los organismos de derechos humanos y muchos mexicanos han venido repitiendo en años recientes.

Nunca antes había existido una prueba legal al respecto.

Los hechos de Tlatlaya, Estado de México, sucedieron hace tres meses.  Entonces se dio a conocer, formalmente, por medio de un boletín que había sido un “enfrentamiento” con un saldo de 22 muertos.  Resulta inverosímil, que no existiesen razones, pruebas suficientes para saber qué había sucedido en verdad.

Las pruebas forenses, así sean examinadas semanas, meses después, no mienten.  Ahí estaba, estuvo siempre la evidencia.

Si la cadena de mando toda, desde el jefe de los soldados hasta el comandante de la Región Militar, pasando por el jefe de Zona Militar y el mismo Jefe de Estado Mayor de la Sedena ocultaron esta información al Secretario de la Defensa Nacional y éste, a su vez, le informó al primer mandatario una mentira, es gravísimo.  Un atentado a la seguridad nacional porque el titular de la Sedena no tiene control sobre sus subordinados.

Si en caso contrario el general Cienfuegos siempre estuvo enterado de la verdad y decidió ocultarla, igual de grave.

El tema es la confianza que resultó, con la detención de los soldados asesinos, gravemente dañada.

En la última encuesta del INEGI la SEMAR está arriba del Ejército en la medición de confianza popular, esto antes de que se diese a conocer el resultado de las investigaciones de la PGR sobre Tlatlaya.  ¿Qué podemos esperar después de esto?

Ni en su día ni ayer mismo, junto con el anuncio del Procurador Murillo Karam, la Sedena (el general Cienfuegos) hizo un anuncio de “castigo”, de cambios internos, de que se hubiesen fincado responsabilidades legales, militares, a los protagonistas de la cadena de mando implicados en el ocultamiento del caso Tlatlaya.

Por lo que Cienfuegos parecería no estar leyendo bien las señales políticas y legales que emite su jefe.

Cuando el entonces Presidente Electo Felipe Calderón Hinojosa se enteró que el general Oropeza Garnica había protagonizado un “enfrentamiento” donde después de la muerte de varios militares, ellos dieron muerte “con tiro de gracia” a los delincuentes, cambió su decisión ya establecida de nombrarlo titular de la Sedena.  Esto a pocas horas de tomar posesión.

En esta coyuntura llegó el general Guillermo Galván Galván, tal como lo contó en esos días, confidencialmente, el mandatario.  Y como siempre estuvo enterado Galván.

Tal vez, solamente, tal vez pudiese ser que en estos días el Presidente Peña estuviese repasando mentalmente las razones por las que tomó la decisión de nombrar a Cienfuegos.  Y, como sucede en las historias amorosas, se pregunte qué habría sucedido si hubiese tomado otra decisión.

Isabel Arvide

@isabelarvide

Estado Mayor

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