México, 20 de junio.- A cierta edad de los hijos, quienes son creyentes los encomiendan a Dios. Los otros cruzan los dedos imaginando que están a salvo de todos los males a imaginar. No se puede hacer más. Uno los educa para la libertad y la autonomía, uno los abraza rutinariamente como si fuesen los pequeños que no saben caminar.
Yo iba a escribir sobre la salida, que en este espacio hemos venido adelantando desde hace semanas, del gobernador de Michoacán, Fausto Vallejo, pero la tragedia me tiene absolutamente impactada. No es para menos, que un hombre joven se quite la vida “tirándose” del piso 15 de un barco en altamar es de un absurdo tan grande como el dolor de su familia.
No puedo dejar de pensar, con solidaridad inmensa, en esos padres que no tienen, siquiera, un cuerpo que velar. Y que a su indescriptible pesar se suma el escarnio público que no pueden parar.
Jorge Alberto López Amores se fue de viaje a Brasil, en un crucero donde el expresidente Felipe Calderón y varios periodistas son pasajeros, que ofrecía las ventajas de una ruta siguiendo a la Selección Mexicana.
En compañía de amigos, de una novia, “agarró la jarra” como dicen coloquialmente. Y en un instante de total inconsciencia, de esos segundos en que la realidad desaparece totalmente, se tiró del piso superior del barco, que es mucha altura. Sobran testimoniales, grabados por él mismo, de sus parrandas desde que comenzó el Mundial de Futbol.
Los jóvenes, atolondramiento colectivo, tienen la costumbre de subir sus actividades a redes sociales para “presumirlas” con sus cuates, para dar testimonio de sus fiestas, de sus hazañas, de sus viajes.
Las redes sociales son del dominio público. Cualquiera puede entrar en ellas para conocer el contenido. Y los medios mexicanos lo han magnificado de una manera brutal.
Todas estas magnificaciones de lo que el muchacho subió tanto a Facebook como a Twitter han alimentado el morbo popular con exceso y sin ninguna generosidad para una familia.
¿Se vale? El periodismo en tiempos de las redes sociales es otro, y tal vez haya que replantearse la ética vigente. No estábamos preparados, ni como sociedad ni como periodistas, para la avalancha de información que voluntariamente se da a conocer por Internet.
Jorge Alberto era, todo indica que es imposible que permanezca con vida, hijo del procurador de Justicia de Chiapas, Raciel López Salazar. Cualquiera que haya estado cerca del medio de seguridad sabe dos cosas ciertísimas: la preocupación de los funcionarios porque los riesgos que asume, intencionalmente en su trabajo, se traduzcan en peligro para su familia. Y el poco tiempo disponible para los hijos.
Es a partir de ahí que debe comprenderse, con un mínimo de decencia humana, el dolor del funcionario, del padre ante esta tragedia.
¿Pudo evitarse? Creo que hay inmensas responsabilidades. Tanto de la novia que lo acompañaba, de los amigos, como de la tripulación del barco. Si un muchacho da muestras, como consta en sus testimonios, de estar con tan poco control de sus facultades mentales por el alcohol, por la fiesta, por lo que sea, debieron tener mucho mayor cuidado.
Si ya había dicho que quería “tirarse” del barco, si andaba por cubierta con el chaleco salvavidas puesto, debieron amonestarlo, debieron pararle la fiesta. Sus amigos, tal vez igual de intoxicados, tuvieron que haberlo mandado a dormir. Alguien debió haber tenido autoridad y consciencia para poner orden, para prevenir lo que sucedió.
Queda una parte legal no totalmente resuelta. ¿Qué dejo de hacer la seguridad del crucero, qué no hizo el capitán que tuvo siempre, ahí están los videos, información sobre el exceso de alcohol, de fiesta que tenía ese grupo permanentemente? ¿Dónde se mezclan responsabilidades penales y éticas?
Quiero creer que el joven se sintió inmortal, que no midió ni por un segundo el riesgo, que no estaba en el sano uso de sus facultades mentales. Habrá que condolerse por ese error, de minutos, que le costó la vida.
Los medios de comunicación tendrán que preguntarse qué sentido tenía la magnificación de los videos, de los testimoniales de estos días. Y si al publicitarlos se contribuyó al esclarecimiento de la verdad, si se vale hacerlo, si era su obligación publicarlos.
Una madre destruida por el dolor debe tener una opinión distinta a la de los periodistas…
Isabel Arvide
@isabelarvide
Estado Mayor

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