Todos llevamos a un pequeño priísta en el corazón

México, 10 de marzo.- Hay una magia. Definitivo. Algo fuera de la realidad, más allá de lo que puede analizarse científicamente. Si no fuese así no habría regresado al poder, no podría haber sobrevivido 85 años de nuestra historia. 

El PRI más que un partido político es un modo de ser de los mexicanos, que se extravió por años, después de atravesar una macro crisis social, y que volvió con más fuerza, con mayor raigambre en el alma colectiva.

Quien no pueda poner una mirada fuera de prejuicios sobre éste partido, no entenderá a los mexicanos, a los millones que han ido a votar por sus siglas. A los matraqueros, a los líderes de colonia, y también a nuestros gobernantes.

Hoy vivimos un regocijante binomio PRI-GOBIERNO sin pudor. Y de eso trata el deseo colectivo de millones, de instalarse en un amasiato público. Hay mucho de revancha, de fidelidad a la camiseta, de querer ser parte del poder en esto. Se vale.

Un mercachifle de segunda, bochorno nacional antes y después de su mandato presidencial, llegó a Los Pinos amenazando que iba a aplastar a los príistas como animales asquerosos. No lo logró. Antes al contrario. Traidor a todo este individuo, de apellido Fox, ahora reniega del PAN.

Fuera del país, a través de los años, ha existido una inmensa envidia hacía la fuerza aglutinadora del PRI. Dictadura de la razón, legitimada con votos.

Todo esto estuvo presente en la Asamblea del PRI en que habló su líder, Enrique Peña Nieto, el sueño de todo partido, el candidato perfecto a priori.

A estas alturas del partido, más de un año de su gobierno, ya nos habíamos acostumbrados a escucharlo hablar pausadamente como lo que es, un gobernante a cargo, un hombre que suele dar instrucciones y tomar responsabilidades desde la tribuna. Por eso resultó tan apabullante confrontar, de nuevo, al candidato eterno, al político, al protagonista más cachondo de la política mexicana que pueda recordar.

Y es que Peña Nieto es eso, un cachondo de miedo que suda atracción política, que puede, que se le da suavecito atraer a multitudes y encantarlas con su sola presencia.

Peña Nieto llegó de noche, fuera de horario de trabajo para que no fuesen a criticarlo, a encabezar el aniversario priísta. Con esto quedó sellada oficialmente la sana cercanía, el amasiato insisto. Porque si su presencia estaba llena de significados su discurso no tuvo límite.

Solamente un hombre infinitamente seguro de su poder, de su seducción, podía haber hablado como lo hizo Peña Nieto. Podía haber hecho las metáforas tan espléndidas y faltas de toda vergüenza que hizo al hablar de cómo lleva al PRI en su corazón.

Me hubiese gustado estar presente, ver como literalmente se venía abajo, en aplausos, en éxtasis, el auditorio priísta.

Incluso desde la transmisión directa en televisión Peña Nieto lograba transmitir esa comunión con su gente, con su partido…

Es obvio que lo vamos a extrañar, siempre. Hasta los que no son priístas de verdad.

Yo recuerdo en medio de una discusión fuerte, como es todo con un hombre tan inteligente, con Alejandro Gertz Manero que para callarme me dijo que estaba hablando el “pequeño priísta que llevo en mi corazón”. Es obvio que lo hacía a manera de lapidación pero tal vez sea verdad y todos llevamos un “pequeño priísta” matraquero en el fondo de nosotros.

Lo cierto es que el liderazgo priísta de Peña Nieto está conformado con los usos y costumbres, la esencia mayor del PRI que gobernó el país por muchos años. Y que hoy está dispuesto a seguir gobernando.

Su compromiso público pone una bestial distancia a la forma en que gobernó Felipe Calderón, a su vez tan inmensamente alejado de su partido. Cuánto influyó esta distancia en la derrota del PAN no lo sé, pero es origen de la etapa de autodestrucción que vive actualmente ese partido.

¿Por qué confiar en un partido en el que no cree el mismo Presidente de la República, antes su candidato?

Los priístas saben hoy que Peña está hasta dentro, hasta topar pared con el partido, y eso da seguridades. Eso opera a favor del sistema político mexicano.

Peña no solamente acudió al aniversario del PRI sino que se fundió, literalmente, con ese partido para el presente y para el futuro. Se convirtió, sin pudor alguno, en uno de sus activos. Es el poder que va a levantar y sostener al PRI hasta el próximo triunfo. Por cierto, Miguel Osorio Chong estaba en primera fila.

Isabel Arvide

@isabelarvide

Estado Mayor

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