México, 27 de enero.- Toda campaña militar exitosa empieza de la misma forma: con el reconocimiento del terreno. La campaña que hoy nos atañe, no resulta diferente en su configuración y momentos antes del inicio de maniobras, los elementos de las Fuerzas Armadas Mexicanas recorrían cada centímetro del campo de batalla…no quieren llevarse sorpresa alguna.
Del otro lado, un grupo de ciudadanos comunes y corrientes, dueños del terreno, observan detenidamente a estos nuevos personajes…no saben que esperar de ellos…¿vendrán con intenciones amistosas? o ¿vendrán a imponer su voluntad?.
En medio de ambos, un mediador, quien de inmediato pone en claro las reglas: no aceptará insubordinaciones, no aceptará ningún tipo de artimaña y todos están aquí en beneficio de la comunidad.
Recién comienzan a darse las primeras hostilidades y el campo de batalla es nublado por un sonido ensordecedor. Es el clamor de la comunidad, cuya intensidad solo puede darse cuando se defiende el lugar donde se nació, a un familiar…o la vida misma.
De inmediato se manifiesta la superioridad de los civiles, no solo conocen cada centímetro del terreno, sino también se encuentran organizados y rápidamente cercan a los militares, quienes al verse atrapados responden con fuerza bruta, a patadas si es necesario, esto es ya una cuestión de supervivencia.
No pasa mucho tiempo cuando esta extraña combinación de fuerza con disciplina castrense rinde sus frutos y ante la mirada atónita de la comunidad es el Ejército quien da el primer golpe.
Las fuerzas civiles se encuentran descorazonadas, pero no sesgan en su esfuerzo y retroceden un poco, crean un falso sentimiento de confianza en las Fuerzas Armadas, quienes inclusive hacen alarde de su estrategia “perfecta”, de haber diezmado la presencia de la fuerza civil en el campo de batalla…se les olvida que están en terreno ajeno.
Los civiles parecen haber logrado su objetivo: los militares descuidan la retaguardia…están más preocupados en deslumbrar a la comunidad con sus maniobras ofensivas, y con golpe casi quirúrgico, logran emparejar la situación, los civiles vuelven a ser dueños de la tierra.
El resto de las acciones no varían en mucho, ambos bandos se estudian, pareciera que no quieren hacerse daño, pero en realidad solo están esperando el momento indicado para lanzar una ofensiva fulminante y definitiva.
Minutos antes de que el mediador dé por terminadas las acciones, llega el golpe aniquilador y con las loas de la población como himno, las fuerzas civiles se declaran vencedoras.
Desde el palco de lujo, como simples espectadores, los Altos Mandos Militares Vidal Soberón Sanz y Salvador Cienfuegos Zepeda aplauden, reconocen el esfuerzo de sus muchachos…faltó preparación dirán, probablemente los ajustes estratégicos no se dieron a tiempo y desconocían el terreno…no importa, la derrota es para el Ejército.
A pesar de lo melodramático del relato, no es más que la crónica del partido de fútbol realizado en el Estadio Azul en el marco de los festejos por el Centenario del Ejército Mexicano en el cual la selección de las Fuerzas Armadas perdió por marcador de 1-2 contra el equipo Cruz Azul.
Cualquier similitud con la realidad es mera coincidencia.
Angel Silva Juárez
@Usul16
Estado Mayor

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