Fracaso absoluto de los militares en funciones de seguridad pública

Alberto Reyes Vaca. Foto:EspecialMéxico, 21 de enero.- A finales del año pasado un gobernador se quejó con el general Salvador Cienfuegos del nulo resultado de tener a militares en posiciones de seguridad pública.  Francamente molesto el titular de la Sedena le reviró, con bastante coraje, que eso se debía a que él no los había enviado a esa entidad.

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De tal forma que la responsabilidad, en privado y en público, de comisionar al general Alberto Reyes Vaca (en el activo para empeorar cualquier análisis) como titular de la Secretaría de Seguridad Pública de Michoacán recae totalmente en Cienfuegos.

Y vaya que le debe costar trabajo digerir el fracaso, inmenso.

Puede que el pobre, hay que compadecerlo, el general Reyes no sea el responsable del desastre de seguridad que obligó al primer mandatario a mandar un comisionado que parece “Virrey” para poner orden.  Que no haya tenido órdenes, capacidad, gente, lo necesario para doblegar a los hombres armados que con frecuencia secuestraron a sus subordinados.

En Michoacán se impuso la violencia y la incapacidad de respuesta por parte del gobierno local.  Del que formó parte el general Reyes Vaca.

Ya en su momento, justo al día siguiente del nombramiento yo advertí que era un error, que la apuesta era muy alta y que no había condiciones objetivas para pensar que Reyes pudiese tener éxito.

El fracaso fue doblemente estrepitoso en la medida en que fue, literalmente, corrido y su posición se le entregó a un civil sin ninguna experiencia en temas de seguridad pública, armas, o mando de personal.

Reyes salió con la cola entre las patas.  El daño fue para institución, para la imagen de las fuerzas armadas, para el mismo general Cienfuegos.

No había necesidad de este descalabro.  Es suficiente con responder que los jefes militares no están capacitados para estos puestos, o definir cuáles son las obligaciones que deben cumplir, a priori y sin excusa, los gobiernos locales que quieren a un jefe militar para poner orden.

Porque de otra manera, como sucedió con Reyes, equivale a mandarlo al matadero.  Un suicidio de varios.

Hay que entender que para un gobernador o presidente municipal contar con un responsable de seguridad pública militar es un seguro de vida… política.  Una garantía de impunidad a sus deficiencias y omisiones.  Muchos, casi todos diría, piden a militares para estas posiciones con intención únicamente de manejar ante la opinión pública su “decisión” de poner orden.

La pretensión política de estos civiles está imbricada en la crítica social y la incapacidad de controlar las complicidades criminales vigentes en su identidad.  Son medidas muy eficientes en cuanto a medios, a publicitación y que en la intimidad otorgan a los gobernantes una posibilidad de echar todas las culpas al enviado de la federación, es decir a quien no tuvo nunca opción.

Y no tuvo nunca opción de cambiar la realidad porque los mismos políticos que los solicitan, los limitan.  Porque las complejidades de las negociaciones políticas al interior de un gobierno, estatal o municipal, están muy lejos del alcance de un jefe militar.

Diría en buen español que en el mejor de los casos son “chamaqueados”.

Ignoro porque el general Cienfuegos no le pregunto por su experiencia en el ámbito de la Seguridad Pública a su compadre, el general Ubaldo Ayala Tinoco.  Él le hubiese dicho las razones por las que renunció a la titularidad de Seguridad Pública de Tamaulipas en pocas semanas porque nunca le pagaron, nunca lo recibió el gobernador, nunca escucharon sus necesidades urgentes.

Y como éste caso hay muchos.

La excepción fue el caso del “Modelo Coahuila” por razones ya muy dichas por mí, y que se resumen a mi intervención directa para garantizar que los jefes militares pudiesen hacer su trabajo en condiciones de seguridad y con suficientes recursos materiales.

Alberto Reyes Vaca regresó a pedir órdenes a la Sedena, como miembro en el activo seguramente irá a una zona militar, aunque la incorporación automática y protocolaria no cubre su protagonismo, triste y fracasado, en Michoacán.  Que será un estigma para el resto de su carrera militar.  A la vez que cancela cualquier actividad que pudiese tener en este ámbito en la vida civil.

Se cerraron todas las puertas para él.  Y quiero creer que para muchos militares.

Cienfuegos tiene que haber aprendido la lección.  Debe, obligadamente, proteger a sus hombres para que no sean vulnerables a las razones políticas.  Tendría, también, que entender por qué el Ejército, tanto en lo civil como en su propio espacio, no pudo resolver Michoacán.  Al contrario, al menos para efectos públicos, resulta ser responsable de una inmensa crisis de seguridad en esa entidad.

¿Pudo haber cambiado la realidad Reyes Vaca en Michoacán?  Dependía de sus órdenes en primer lugar, y después de contar con la fuerza, el presupuesto, la libertad, la confianza, los hombres, el armamento necesario para hacerlo.  Creo que no hubo nada a su favor.

Al menos eso me gustaría pensar.  Que la realidad operó contra el general, contra su capacidad castrense.  Que el error fue enviarlo.

A partir de este fracaso la Sedena debe, intencionalmente, evitar que militares en activo o en situación de retiro ocupen puestos de seguridad pública.  Por lo menos hasta que cambien las condiciones actuales, hasta que haya una dirección, una dependencia formal en la Sedena que sea responsable de que en provincia se cumpla con los requerimientos para que los militares ahí enviados puedan hacer su trabajo.

De otra forma el fracaso será cada día mayor y con un solo responsable: el general Salvador Cienfuegos.

Isabel Arvide

@isabelarvide

Estado Mayor

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