México, 6 de noviembre.- “¡Qué la boca se les haga chicharrón!”, fue la respuesta del gobernador de Michoacán, Fausto Vallejo, ante los rumores de que se volverá ausentar de su cargo debido a sus ya conocidos problemas de salud. Sin embargo, a pregunta no es si existe la posibilidad de una nueva licencia o no, sino ¿realmente regresó Fausto Vallejo a gobernar?.
Michoacán supone un punto medular en la estrategia de seguridad del gobierno federal, no solo se convirtió en el emblema del combate contra al crimen organizado al haberse iniciado ahí las operaciones de las fuerzas federales durante el gobierno de Felipe Calderón. Además su localización geográfica, red carretera, puertos y clima, hacen de este estado un lugar propicio para el cultivo y distribución de enervantes.
Si a lo anterior le adicionamos el vacío gubernamental en el cual fue dejado el estado ante la ausencia de su gobernador democráticamente elegido, a pesar de las claras violaciones a la Constitución que ello suponía, se tienen los ingredientes necesarios para el dominio de grupos criminales y la muestra de la clara incapacidad de un gobierno impuesto por un Congreso local totalmente al servicio de un servidor público incapacitado para realizar su labor con la sociedad.
La situación en materia de seguridad sobrepasó a las autoridades y los muertos, ejecutados, enfrentamientos entre grupos criminales y las fuerzas del orden, así como las acciones y apariciones de los grupos de autodefensa se convirtieron en el pan nuestro de cada día. Inclusive se levantaron algunas voces pidiendo la desaparición de poderes en la entidad, mismas que fueron minimizadas por el gobierno federal y por personajes de la tala de Manlio Fabio Beltrones.
El regreso hace unas semanas de Fausto vallejo a la cabeza del gobierno de Michoacán hacía suponer, al menos, un poco de estabilidad. Sin embargo, el gobernador ha enfocado su regreso en una especie de “gira artística”, en la cual lejos de atacar los problemas de la demarcación se ha dedicado a defender a sus hijos de las deflaciones vertidas por la hermana de Felipe Calderón -en las cuales vincula a los vástagos de Vallejo con el comen organizado- y denigrar las acciones realizadas por sus antecesores, dando como resultado -según él- la desintegración del tejido social. Habría que recordarle a Vallejo que dentro esas “acciones anteriores” también se pueden contabilizar las suyas mientras estuvo al frente del gobierno y de quien fuera su secretario de gobierno y posterior gobernador interino Jesús Reyna.
Si bien, de manera oficial no hay una desaparición de poderes en Michoacán, también es cierto que el gobierno local ha ido perdiendo poco a poco el poder de decisión y mando al interior de la demarcación. Prueba de ello se dio hace un par de día cuando las fuerzas federales, encabezadas por la Marina desarmaron a la policía de Lázaro Cárdenas -cuarto puerto en importancia nacional-, para ocupar sus labores de seguridad.
Lo anterior no es nuevo en el estado, a pesar de las declaraciones de Vallejo, quien insiste que la presencia de las fuerzas armadas es temporal y con una labor de capacitación para las policías locales. En la zona de Tierra Caliente, las fuerzas municipales tienen ya un buen rato de haberse puesto a las órdenes de la federación y en municipios como Buenavista Tomatlán, Apatzingán, Tepalcatepec, Coalcomán y Aguililla, los patrullajes militares son cosa normal.
Por si fuera poco, el secretario de gobierno, Jaime mares Camarena, anunció el día de ayer que eventos como el de Lázaro Cárdenas, donde las fuerzas armadas asumen las funciones de seguridad pública, no serán exclusivos y que los alcaldes de otros municipios ya han solicitado la presencia del Ejército Mexicano bajo la misma condición.
¿A qué nivel se encuentran nuestras policías locales?, ¿se puede confiar en ellos?. Casos como el de Lázaro Cárdenas solo demuestran que la problemática del crimen organizado se resuelve con algo más que con dinero, como aseguró Vallejo el día de ayer y que hoy más que nunca es de suma necesidad contar con métodos y controles eficientes para llevar a cabo el filtrado y profesionalización de nuestras fuerzas policiacas, por encima de los constantes pretextos e intereses de los gobernadores, quienes no ponen de su parte para la realización de dichos exámenes.
Lo realmente grave, es que la situación de Michoacán se empieza a replicar, tal y como sucede en el estado de Tamaulipas, donde los enfrentamientos entre fuerzas del orden y grupos delictivos dejan un saldo de más de una docena de muertos en unos cuantos días y la terrible recomendación -no por mal formulada, sino por lo que refleja- por parte de la edil de Matamoros, en la cual pide a la sociedad no salir de sus casas…la razón: perdimos las calles.
Redacción
Estado Mayor

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