México, 22 de octubre.- En Cozumel se funda el corazón de Quintana Roo. Las generaciones que habitaron la Isla desde tiempos ocultos en la historia nacional han iluminado las mejores virtudes quintanarroenses: Perseverancia y trabajo.
Los isleños, seres que suelen mirar hacía dentro de su alma permanentemente, que pierden las tardes atisbando el mar sin nostalgia de otras latitudes, han construido sus propias imaginarias fortalezas. Han sabido agolparse a salvo de los extraños y abrir los brazos cálidos para quienes llegan con las manos limpias.
No se puede pensar en Cozumel sin pronunciar el apellido Joaquín. Estirpe de guerreros que llegaron huyendo de las guerras inclementes a cuidar, con su vida, el suelo que les dio cobijo y techo para los hijos y los hijos de los hijos.
Nassim Joaquín me contó una vez de la vieja rivalidad, tantísimos años ha, entre los suyos y los Coldwell. Otra dinastía de valientes que hicieron suyo ese pedazo de Caribe que se sostiene entre dos mares. Y de cómo decidieron, él y Miguelina, unir esfuerzos para ser, juntos, más fuertes.
Esa es la historia.
Así de simple, así de sencilla.
La historia de una familia que sumó, con toda valentía y conciencia, sus haberes y sus carencias para ser, juntos mucho más que dos.
Miguelina sostuvo, con su fuerza, con su discreción, con su gran generosidad, la casa.
La casa de la familia Joaquín Coldwell que siempre ha sido ejemplo de sencillez, con la mesa puesta para quien tocase la puerta. El puerto de abrigo de todos los Joaquín, de la hija Addy, de Pedro, de los nietos, de los bisnietos. De quienes a su manera, siguiendo su propio corazón, obedeciendo a las banderas de su congruencia, no han hecho sino construir una patria mejor para muchos.
Los Joaquín Coldwell, sus descendientes, son hombres y mujeres de trabajo. Así de contundente, de simple, de absurdamente difícil de creer. Trabajo de sol a sol, trabajo cada día, trabajo con disciplina, trabajo con amor, trabajo en lo inmediato de sus negocios, en lo inmenso de sus obligaciones políticas.
Trabajo que es compromiso.
Trabajo que fue el credo de Miguelina.
Yo llevó grabado, para siempre en mi corazón, la mañana en que Pedro Joaquín protestó en Chetumal como candidato a gobernador de Quintana Roo, hace más de treinta años.
Fecha esplendida en que la más difícil de las decisiones, no quedarse detrás del escritorio de las tiendas, demostró ser la correcta. Día en que don Nassim, amigo de tantos Presidentes, aliado de todos los políticos locales, veía el sueño más grande cumplirse.
Entonces con todo el ceremonial priísta a magnificarse. Pedro entronizado, antigua usanza política, como el gobernador más joven de la historia. Fiesta popular plena de rituales partidistas.
Apenas terminó el discurso de Pedro doña Miguelina, vestida de domingo porque ese día lo era, buscaba un avión que la llevase de regreso a Cozumel porque había que trabajar, porque no había nadie en la tienda para supervisar, porque tenía tantas obligaciones en su hogar.
Así fue siempre.
Una figura discreta, cálida, sin una palabra negativa, sin una crítica para ninguno, sin un aspaviento, sin una queja. Madre, abuela, bisabuela generosa.
Con su muerte deja en una orfandad tremenda a don Nassim, a sus hijos, a sus nietos, a sus bisnietos.
En los hechos, en la vida, en el compromiso de toda esa dinastía, hoy con otros apellidos detrás del Joaquín porque ya son los nietos y los bisnietos los que protagonizan la vida pública de Quintana Roo y del país, permanece como en Addy, en Pedro, el alma buena de una mujer buena.
Yo, en verdad, la despido con lágrimas. Me duele su muerte, me duele que todos estemos en la edad de la orfandad, me duele el dolor de Pedro, me duele la soledad de Nassim, me duele la vida que tanto nos despeja al llevarse a los nuestros.
Junto a ese dolor permanece el recuerdo. Y estoy cierta que en la sonrisa de todos sus descendientes, en esa dulzura, en esa entrañable calidez va a seguir viva doña Miguelina.
Descanse en paz…
Isabel Arvide
@isabelarvide
Estado Mayor

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