México, 2 de octubre.- Querido ciudadano manifestafóbico: recordar es una costumbre olvidada, lo que produce un brote neurótico de amnesia asistida tras las más recientes manifestaciones de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, pero no la tome contra el 2 de octubre del 68, la sección 22 de la CNTE ya se va y lo que haga en esta fecha será como el canto de un cisne negro.
Antes de maldecir algún acto de vandalismo con pinta anarco punk, tenga muy en claro en su memoria de libro de texto, que en el 68 no se cometieron delitos por parte de los estudiantes ni se bloquearon aeropuertos o vías rápidas ante la mirada indolente de la Policía Federal dispuesta a “contener”, porque reprimir ya no es lo suyo. La vida nacional no siempre fue así; aquel 2 de octubre de 1968 el Ejército le dio al blanco: estudiantes que se manifestaban concentrados en la Plaza de las Tres Culturas, mientras escuchaban discursos mucho más articulados de lo que la CNTE y los grupos denominados anarcos podrían pronunciar tomando un curso intensivo de oratoria y redacción básica.
Aquel 2 de octubre de 1968 era la tarde de la pirotecnia represiva: tanqueta, revólver, rifle, metralla y bazuca en manos de agentes de la Policía Judicial Federal, del Servicio Secreto y del Ejército. Eran órdenes de arriba, del hombre de la dentadura prominente que mostró la peor radiografía del PRI. A Gustavo Díaz Ordaz no le tembló el guante blanco y aquella tarde se lo tiñó de rojo.
Pase de lista: el Ejército en la masacre estudiantil
El pase de lista del Ejército en aquel 2 de octubre que no se olvida; es el siguiente: Coronel de Infantería Ernesto Gutiérrez Gómez Tagle; así como los soldados pertenecientes al Batallón Olimpia que perdieron la vida: cabo Ernesto Morales Soto; Teniente Sergio Aguilar Lucero y los soldados Telésforo M. López Carballo, Antonio Vargas Valle, Florentino Moreno Magaña y Ramiro Rodríguez Guzmán [1]. Murieron por una patria tricolor en una tarde que el mismo PRI quisiera olvidar. Para que nadie recuerde hay que aceptar la nueva modalidad de marcha protegida y garantizada por el Estado. Que quede claro, este es el nuevo PRI que no quiere victimizar a nadie ni crear héroes ex profesos para la agitación social.
El del Presidente Enrique Peña Nieto es un nuevo PRI más temeroso de las multitudes por mucho que éstas no sean tan aceptadas socialmente. Aquel 2 de octubre del 68, el Estado y la sociedad aprendieron a tenerle miedo al miedo.
Contención de manifestantes en la era global
Cuando las marchas se hicieron globales y predecibles, todo cambió. Las estrategias de contención de manifestantes en México no fueron la excepción, se trasladó la tortura soterrada del Campo Militar número 1 por los baños con mangueras; técnica bastante más higiénicas que los tinacos de orina del cuartel militar que quedó lleno de fantasmas en la memoria y que con cada año se encarna en movilizaciones golondrinas alejadas de las emociones de aquellos a los que el 2 de octubre todavía les significa la conciencia cívica perdida de un país en extravío.
Imagine a la CNTE, a MORENA y a los anarcos ensayando una identidad, cual tribus urbanas en búsqueda de aceptación social, en el intento de ser globalifóbicos, mientras los muertos del 68 se retuercen si salen a marchar en su honor. Aquellos que buscaban una izquierda ilustrada o por lo menos instruida, ahora solo sirven de plaza para los que no ligan una frase coherente en sus “demandas”.
El manual del Ejército y la Policía Federal dice cómo actuar en caso de manifestaciones, la reacción apocalíptica es proporcional al número de escudos antimotines, gas lacrimógeno de corte sentimental y picante, así como al número de bombas molotov con las que los manifestantes se enfrentan a los desalojos.
Apocalípticos e integrados en Tlatelolco
Pobre 2 de octubre del 68, tan cerca de la protesta banal y tan lejos del recuerdo de un movimiento genuino y hasta ahora inigualable.
Se acabó, ya no más guantes blancos ni batallón Olimpia de integrantes secretos; no más centellas en el cielo para dar inicio al tiroteo y la dispersión de quienes se manifestaron. Todo se fue al archivo de la letra muerta en nuestra corta memoria nacional.
Ahora los militares y los manifestantes son los nuevos apocalípticos, que adoptaron de los integrados su falta de teoría, para convertirlo en una especie de optimismo decadente. Se extraña a los apocalípticos tradicionales que Umberto Eco definía como pesimistas ante la cultura de masas, como sobrevivientes del 68 en Tlatelolco.
Yuriria Rodríguez Castro
Referencias:
Eco, U. (1995). Apocalípticos e integrados. Tusquets: Barcelona.
http://www.jornada.unam.mx/2001/12/15/006n1pol.html
