México, 8 de octubre (Milenio Diario).- En congruencia con su pertinaz campaña de denostación del secretario federal de Seguridad Pública, La Jornada viene haciendo mancuerna con un periódico (Impacto) de dudosa probidad para insistir en la patraña de que los policías implicados en el balaceo a la camioneta en Tres Marías montaron, como lo dictó hace mes y medio la embajada estadunidense, “una emboscada”.
Tituló el viernes en primera plana: Fue “ataque directo”, ratifican agentes de la CIA ante el MPF una más de sus voladas sobre el tema (como las que días antes le refriteó la agencia Associated Press), basándose en la vaguedad: “… información corroborada por funcionarios civiles del gobierno mexicano”, neceando con la insidiosa versión de que “algunos de los agresores estarían vinculados con integrantes del cártel de los hermanos Beltrán Leyva”.
Sí, Chucha (si las abuelas de esos “vinculados” tuvieran ruedas, serían bicicletas).
El rayuelazo, igual que de las inconfesables “fuentes” en que La Jornada suele camuflar su periodismo “comprometido”: escamoteando a sus lectores la identidad del aludido, me lo dedicó ese día porque el anterior di a conocer algunos de los datos que la PGR integró ya en su averiguación previa, y que corroboran que lo de Tres Marías fue un explosivo incidente motivado por la búsqueda de secuestradores, pero completamente ajeno al crimen organizado.
En Tres Marías se produjo un ataque con premeditación y alevosía. Que los paleros de turno repitan lo que se les dicta, es otra historia, sentenció Rayuela, en un conmovedor intento por descalificar mi información.
A reserva de volver sobre el tema cada que La Jornada cometa la imprudencia de pretender darme lecciones de ética o, menos aún, de periodismo, aquí van los nuevos datos:
Las camionetas particulares que buscaba la PGR (ya están en su posesión) son: una Chrysler verde botella, de Noé Ramos García, conducida la mañana de la persecución y balaceo por el suboficial Gerardo Ramírez Garduño. Para ocultarla, se le entregó al mecánico Moisés Contreras Garza, reparador de los vehículos de la Estación Tlalpan de la PF, quien hace diez días rindió su testimonio ante el Ministerio Público federal.
Y una Nissan amarilla X-Terra que fue prestada al comandante José Uriel Garrido Franco por el policía tercero José Cruz Ortega Ortega para el operativo de búsqueda de los secuestradores del director de Protocolo del Instituto Nacional de Antropología, Salvador Vidal Flores Pérez.
Después del incidente, y a petición de Ramírez Garduño, el propietario la escondió en casa de su mamá (Estela Ortega González) en San Antonio Oxtoyucan, Hidalgo.
La mujer policía que hasta hace diez días se supo había participado también en la persecución iba en la Chrysler y es la suboficial Ivonne Moreno Romero.
A lo sospechosista y complejo del caso se añadieron las declaraciones contradictorias en su defensa por parte de los 12 arraigados iniciales.
Sin embargo, todos los elementos que desmantelan la versión de la supuesta “emboscada” los tiene ya la PGR y a desenredarlos ahora está abocada la institución.
Carlos Marín
El Asalto a la Razón
Opinión
Milenio Diario

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