México, 31 de agosto (Impacto El Diario).- Si un mérito se le ha de reconocer a Genaro García Luna es el de sostenerse en su puesto, a pesar de su récord como secretario de Estado: Los resultados de sus estrategias han sido, rotundamente, negativos, no digamos ya en lo administrativo o lo puramente gubernamental, sino que han impactado a nuestra vida como sociedad, a la estabilidad de la República, a la imagen de México ante el mundo y a las vidas de decenas de miles de mexicanos.
Para comenzar, el actual estado de violencia que lacera, prácticamente, a todas las regiones del país es responsabilidad directa de una visión operativa de Genaro García Luna. Ya en 2008, el secretario reveló su estrategia guerrera al periódico New York Times: “Cuando entramos, apostamos todo a tomar las cabezas de la estructura criminal yendo por los jefes. La idea era que cortando la cabeza, el cuerpo dejaría de funcionar”.
Esa idea ha generado resultados exactamente contrarios a los anunciados. No sólo no ha dejado de funcionar “el cuerpo” del narcotráfico, sino que también ha multiplicado su actividad, pues las capturas han generado una medusa que ha multiplicado la inteligencia criminal frente al Estado: Cientos, quizá miles, de bandas que cuentan con armamento del más alto poder y recursos económicos prácticamente ilimitados, liderados, frenéticamente, por quienes, recientemente, eran tan sólo sicarios del más bajo nivel.
Al llevar a la práctica esa idea -y al sostenerla como esencia estratégica, a pesar de sus, evidentemente, terribles resultados- se le puede atribuir gran parte del infierno que hoy vivimos, de esos 100 mil homicidios perpetrados este sexenio, según cifras oficiales del INEGI. Es por demás pernicioso que, actualmente, se quiera endosar a los militares dicha estrategia fallida cuando fue García quien la ideó, la estableció y la hizo errática.
Sumemos a ello que ha habido diversos escándalos que involucran a García Luna, ante los cuales, su famoso apetito por los reflectores desaparece inmediatamente: El silencio es su habitual respuesta.
Allí está el caso de una investigación periodística que reveló que poseía inmuebles por un monto que “equivale a 17 años de su sueldo”. Igualmente, evadió dar explicaciones convincentes cuando Josefina Vázquez Mota lo acusó, directamente, de espionaje político, del cual yo mismo, también, fui objeto cuando García Luna estuvo al frente de la SIEDO.
Seguramente el lector también ha de estar recordando, ya, el infame caso del montaje televisivo en el caso de Florence Cassez. Se violentaron los derechos humanos de los secuestrados y de los presuntos culpables, sobre cuya responsabilidad siempre habrá una sombra de duda, y, además, se dejó muy mal parado a México ante la opinión pública internacional.
En fechas más recientes, el proyecto mascota de García Luna, la Policía Federal Preventiva, recibió dos duros golpes a su credibilidad. El primero fue la balacera en el aeropuerto de la Ciudad de México, en el que murieron tres de sus oficiales y en el que -a decir de un analista- “todo indica que uno de los grupos policiacos estaba involucrado en el tráfico de drogas proveniente de Sudamérica y proveía protección”. El segundo fue el ataque, “emboscada” lo llamó el gobierno estadounidense, de policías federales a un militar mexicano y dos ciudadanos norteamericanos. Tras este intento de asesinato, con toda dureza, un marino declaró que los integrantes de la PFP “nunca luchan contra el narcotráfico… Fue una agresión de los federales; no sabemos, entonces, para quién trabajan; no pudieron haberlos confundido”.
Ante esta cauda de violencia y yerros, pesa en el análisis de muchos periodistas la idea -por algunos de ellos expresada abiertamente- de que Calderón lo ha preservado en su gabinete de seguridad porque este ingeniero que se desempeña como policía, simplemente, “sabe demasiado”.
Manuel Espino Barrientos
Opinión
Impacto El Diario
