México, 23 de marzo.- Errores, soberbia y mal cálculo político marcaron la cadena de sucesos y desencuentros entre el virtual candidato a la Presidencia de la República por el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), Andrés Manuel López Obrador, y la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), que hoy encabeza el general Salvador Cienfuegos Zepeda.
Todo empezó, oficialmente, cuando López Obrador tuvo la ocurrencia, sin prueba alguna, de sugerirle al padre de uno de los 43 normalistas desaparecidos en Iguala, Guerrero, en 2014 que le preguntara al ejército qué había sucedido con ellos.
Grave error. ¿Calentura política propiciada por su repunte en la carrera hacia la presidencia en todas las encuestas?, ¿Inercia de izquierda contestataria?, ¿O reacción previsible ante la presión del gobierno peñista por el crecimiento del tabasqueño y su paso hacia Los Pinos?
El asunto es que AMLO se pasó de tueste al acusar a una institución que, además, no vive sus mejores momentos de popularidad en esta administración.
Una decena de Recomendaciones enviadas por la CNDH a los militares en lo que va del sexenio, el escándalo que envuelve el general Ángel Prior Valencia, todavía director de Educación Militar y Rector de la Universidad del Ejército y Fuerza Aérea (UDEFA), señalado por un supuesto caso de corrupción en el que habría recibido 400 mil pesos a cambio de colocar a una aspirante en el sistema de educación militar, los señalamientos sobre actos de tortura cometidos por la tropa en Ajuchitlán del Progreso, Guerrero (y que obligaron al general Cienfuegos a disculparse públicamente por los abusos), y la caída libre de la Sedena en las encuestas de aprobación y confianza ciudadana en los últimos meses son un botón de muestra de los tiempos difíciles.
Tras la metida de pata del Peje, el vocero presidencial Eduardo Sánchez salió al paso para descalificar y contraatacar a López Obrador rechazando sus señalamientos. El siguiente personaje en escena fue el secretario de Gobernación, Miguel Osorio Chong, quien igual reprobó las insinuaciones y acusaciones tácitas del Peje hacia el ejército.
El ex priista y ex perredista tabasqueño contestó en su estilo que respetaba a los militares y adelantaba que en su gobierno no se les usará para reprimir al pueblo. Es decir, no se disculpó ni corrigió lo dicho. Segunda metida de pata.
La reiteración velada del candidato produjo una nueva molestia mayúscula en la Sedena.
Para evitar el desgaste innecesario, el general secretario cambió la estrategia y decidió no salir a explanada alguna a reclamar los señalamientos pejistas.
En cambio pidió permiso unilateral a su Comandante Supremo para armar una conferencia de prensa express y contestarle a López Obrador sin atreverse a llamarlo por su nombre.
El mando designado para leer una cadena de datos duros y posturas oficiales fue el general José Carlos Beltrán Benítez, Director General de Derechos Humanos de la Defensa Nacional, quien en resumen dijo que lo dicho eran calumnias y ataques sin fundamento. Si alguien tiene pruebas de que violamos derechos humanos, que las presente, dijo.
Horas después AMLO hilaba muy fino pero sin corregir. Como en el 2006 y en el 2012, las fuerzas armadas están conmigo, sentenciaba sonriente en medio de la tormenta.
Excedido, soberbio e irónico, el Peje contrastó su postura con la de un instituto armado carente de una verdadera política comunicacional, sin una estrategia de manejo de crisis y control de daños que consiga sacarlo adelante y le evite mayor desgaste (todas las encuestas lo confirman), confrontaciones innecesarias y un protagonismo político para el que no está preparado.
Los trenes chocaron, pero en patios diferentes.

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