México, 30 de octubre (Impacto El Diario).- Los generales de División vuelven a los medios de comunicación después de una breve tregua porque estamos a un mes de la toma de posesión de Enrique Peña Nieto. Una es la pregunta: ¿Quién sucederá a Guillermo Galván Galván?
Hay quienes invocan la tradición, pero ¿cuál tradición?
Que Clemente Vega intentara colar, en 2006, al ahora Oficial Mayor, Salvador Cienfuegos, es mera anécdota, como lo es también su exigencia, a Vicente Fox, de órdenes por escrito para sacar los soldados a la calle.
Como los maridos engañados, Vega fue el último en enterarse de que Galván Galván ya estaba con el Presidente electo, Felipe Calderón.
Faltaba apenas un día para la toma de posesión cuando el entonces subsecretario recibió la llamada esperada; de inmediato comunicó a la oficina del secretario, que se dirigía a encontrarse con el relevo de Fox. Al ser enterado, don Clemente entendió que Cienfuegos debía esperar.
Continúa esperando y confía en que ésta sea su oportunidad, la última. Su gran esperanza es el supuesto o real compadrazgo que tiene con Enrique Peña Nieto.
Con base en esta experiencia, Galván Galván sabe que no tiene oportunidad de empujar a nadie, así se trate de su compadre o su mejor amigo, como lo es su subsecretario, el general Carlos Demetrio Gaytán Ochoa. Por eso fue que al serle solicitados los expedientes de quienes podrían relevarlo, entregó los de 20 divisionarios.
Desde luego, Galván los conoce mejor que nadie, pero guarda su opinión muy en sus adentros porque no ignora que abrir la boca a favor de alguno equivaldría a un beso del diablo, mortal por necesidad.
Gente de Miguel Osorio Chong y de Luis Videgaray somete, de semanas atrás, a examen a los divisionarios; preguntan, apuntan respuestas y construyen expedientes, pero será el Presidente electo quien tome la decisión en soledad.
¿Cómo influir en Enrique Peña Nieto?
De entrada, los interesados deben olvidar las columnas políticas. En periódicos y revistas pululan los “expertos” en cuestiones militares y en seguridad nacional y pública. El Presidente electo los tiene más que vistos; conoce sus filias y fobias, pero también sus intereses.
Y desde luego identifica también hacia dónde se mueven los propietarios de los medios de comunicación… o quién los mueve.
En este tema, más que en otros, sobran los periodicazos, columnas o filtraciones sensacionalistas. Sin embargo, a favor o en contra, tienen el mismo destino: El cesto de la basura.
Igual suerte corren los comentarios, en apariencia desinteresados, que, en petit comité, sueltan, como no queriendo la cosa, quienes dicen opinar sólo porque la patria les interesa.
En cuestiones de las Fuerzas Armadas, y la guerra en que las metió Felipe Calderón, no hay desinterés, sino todo lo contrario.
Por necesidad, por principio, el Presidente electo desconfía de todo aquel que pretende arrimarle un general o desprestigiar a otro.
Sin embargo, algunos de quienes hacen fila para suceder a Galván Galván parecen desconocer el principio de que el Presidente puede ceder en algunas posiciones, pero nunca en materia de las Fuerzas Armadas.
Si acierta, bien; si se equivoca sufrirá las consecuencias, pero, en ambos casos, suyo es el derecho, y suya la responsabilidad.
Cualquiera sabe que el Presidente Peña Nieto leerá los informes, las entrevistas de sus personeros, los sesudos análisis de los “expertos”, y escuchará desinteresadas opiniones, pero, en el último momento, los hará de lado, dejándose guiar por la información, sí, pero sobre todo por su instinto para identificar a leales y desleales con sólo mirarlos a los ojos.
Quien ignore esta realidad se equivocará, lamentablemente, para sus intereses.
Quien tenga ojos para leer, que lea.
Juan Bustillos
Opinión
Impacto El Diario

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