México, 30 de diciembre (La Jornada).- Bajo el signo de la corrupción –cada vez más rechazada por la sociedad– transcurrió 2016 con repercusiones políticas y electorales. Con un gobernador preso, otro prófugo de la justicia y dos más que enfrentan demandas de sus sucesores por malversación de recursos públicos, por lo que fue un año electoral funesto para el Partido Revolucionario Institucional (PRI), con la pérdida de siete de las 11 gubernaturas que estuvieron en disputa, restructurando el escenario rumbo a la sucesión presidencial…nota completa.
Alonso Urrutia
