México, 30 de mayo.- La mitad de los 42 millones de menores de 18 años que habitan el país viven bajo alguna situación de violencia. Esta declaración la expuso en abril de 2015 la oficina en México del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) y el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred). Sobre este análisis, Ricardo Bucio Mújica, titular de la Conapred afirmó: “Su relación con la violencia tiene el peligro de convertirse en una forma de socialización(…) la ven en los videojuegos; en la televisión; en las barras infantiles; la ven en la escuela; la viven a través de la violencia intrafamiliar; la ven todos los días en las noticias; la ven en la calle, donde hay situación de inseguridad”. Ante esto (como se publica en El Economista el 29 de abril del 2015) la representante en México de la UNICEF Isabel Crowley expuso que en México se experimentan varias formas de violencia: física o invisible. “Lo que queremos para México es una cultura de paz donde todo mundo, y los niños en particular, puedan vivir en paz, (se) puedan desarrollar en su pleno potencial, puedan ser felices…puedan ser niños”, propuso Crowley.*
Cultura de paz. La primera vez que escuché este término no me quedó claro de qué trataba. Después que le di un momento de reflexión, lo único que me imaginaba era un círculo de niños y niñas al puro estilo Epcot Center, tomados de las manos y cantando, mientras una paloma blanca volaba por los cielos. La idea romántica de paz con la que había crecido hasta ahora. Cultura de paz es un concepto que vale la pena detenerse a pensar y empezar a actuar.
Resulta que desde el término de la Segunda Guerra Mundial se ha estado cuestionando qué es paz, la cual en su momento se definió como la ausencia de guerra, pero ante esta afirmación se dieron otras preguntas: ¿Qué es guerra? ¿Realmente el ser humano es violento por naturaleza como lo estableció Maquiavelo, entre otros filósofos? La discusión ha estado en constante activación.
El primer significado de guerra que propone la Real Academia de la Lengua Española es: “desvanecimiento de la paz entre dos o más potencias”, después la definiría como “la lucha armada entre dos o más naciones o entre bandos de una misma nación (…) pugna”. Pareciera que en las definiciones inmediatas la guerra es la ausencia de paz y la paz se define como la ausencia de guerra. Dicotomía de conceptos, casi una lucha mítica entre el bien y el mal, pero, ¿qué pasa con la agresividad, la sumisión, la violencia, el desinterés o la pasividad? Ante la falta de definiciones, se manifiestan conceptos que desdibujan o desinforman las formas de convivencia humana.
La guerra, como la conocemos, determina el resultado de una disputa entre dos puntos de vista, existe una ruptura entre acuerdos establecidos entre dos o más personas, y la forma de resolverlo es a través de la respuesta violenta: la guerra. Ante un desacuerdo, hay que reaccionar. Eso es lo que se ha establecido. En esta idea, pongo un alto y reflexiono que el factor que promovió la guerra es la disputa, el conflicto. Pareciera que ante un conflicto la respuesta es la guerra, pero a lo largo de la historia han existido personajes que han ejemplificado otro tipo de respuestas; el más conocido fue Gandhi, quien liberó a la India del imperio británico sin ningún acto de violencia social. Para el teórico Johan Galtung la contraposición de la paz no es la guerra, sino la violencia. La guerra es el acto final, reactivo por excelencia; la puesta en práctica de todos los niveles de violencia.
El conflicto. Ese momento de ruptura del orden establecido. El momento de la toma de decisión, dar respuesta, resolver. En esta dicotomía entre el bien y el mal, entre guerra y paz, el conflicto estaría en la balanza del lado oscuro Quisiéramos que no existieran conflictos en nuestras vidas, ni en el mundo; que todo fuera estabilidad y felicidad como aquella que recuerdo de niños y niñas en círculo cantando “Un mundo feliz”. Que todo estuviera en paz. Pero lo cierto es que el conflicto es parte de la existencia, hay conflictos a cada momento: ¿Qué voy a comer hoy? ¿Cómo voy a resolver el pago de mañana? ¿Cómo le voy a decir a mi pareja que no me gusta el tono en que me habló en la mañana? Estamos rodeados/as de conflictos y no sólo con los demás, sino con nosotros/as mismos/as: ¿Cómo le hago para bajar esos kilos de más? ¿Cómo puedo quitarme el miedo a dejar este trabajo que ya no quiero? ¿Realmente, qué quiero hacer de mi vida? Algunos de estos temas respondemos y otros los dejamos de lado hasta que ya no hay manera de evitarlos. El llamado a la aventura diría el escritor Joseph Campbell.
Ante el conflicto existen dos respuestas: la reactiva y la creativa. La reactiva es una resolución inmediata, sin pasar por una reflexión; es una manifestación violenta y provocativa, que invita una respuesta reactiva de la contraparte. La creativa es una respuesta que pasa por la reflexión, por lo tanto, no es inmediata, no es violenta, sino que lleva al diálogo e invita a que haya una construcción para mejorar la situación. Si el jefe o jefa cuestionan tu trabajo, en vez de reaccionar y responder; sería mejor hacer una pausa y pensar qué dijo la otra persona y empezar un diálogo de la situación. Eso no te hace sumiso/a, ni dejado/a; es un acto reflexivo y propositivo. Esa es la diferencia entre la violencia y la paz: la capacidad de decidir cómo resolver un conflicto.
Cultura de paz. No hay paloma blanca. No hay niños y niñas cantando. No hay alegría constante, ni armonía pintada de colores pastel. La cultura de paz es un enfrentamiento constante para crecer, para llevar nuestras respuestas a un nivel de creatividad y propuesta social. Para actuar en cultura de paz se necesita valentía, estar dispuesto/a a convivir con hábitos violentos personales y sociales tan arraigados como la idea de que el ser humano es violento por naturaleza. La resolución de conflictos de manera creativa le llevó a los hombres y mujeres de las cavernas entender cómo crear el fuego o cómo trabajar la tierra. Así, en cada momento de nuestras vidas podemos crear una nueva forma de convivir. Si se empieza desde la cotidianidad de nuestras vidas, entonces podemos hablar de paz entre naciones; ese concepto que se ve tan lejano e imposible de resolver, se siente más cerca si se actúa desde nuestras propias circunstancias.
Cultura de paz en niños y niñas. La necesitan. El tema no es etiquetar la violencia: bullying, ciberbullying, maltrato, víctima, victimario/a. El tema es proponer resoluciones: autocuidado, diálogo, reflexión, contención, empoderamiento.
Una forma de ir practicando la resolución de conflictos de forma creativa, es a través de los cuentos. Utilicen los cuentos clásicos y en el momento del conflicto pregúntenle a niños y niñas cómo responderían: si tu fueras cenicienta, ¿qué harías con los tratos que te dan las hermanastras?; si tu fueras el patito feo, ¿qué pensarías sobre ti? Esta actividad promueve la reflexión y el poner límites a la violencia desde una respuesta creativa.
La paz existe, podemos vivir en ella. Decidamos asumir los conflictos y respondamos con creatividad, es el mejor ejemplo que le podemos dar a nuestro niños, niñas y jóvenes.
*Fuente:http://eleconomista.com.mx/sociedad/2015/04/29/situacion-violencia-21-millones-
Diana Medina
@papasdf
Estado Mayor MX