México, 2 de marzo (El Universal).- Muchos años después, frente a un sicario que apuntaba un arma a su cabeza, Gabino había de recordar aquella mañana en que su padre lo llevó a reparar la televisión más lujosa del pueblo. Culiacán era entonces una ciudad de calles pedregosas y polvorientas. Él, un niño de siete años y en su pelo desparpajado confluían dos corrientes de aire…nota completa.
Laura Sánchez