La única solución es cambiar el estatus a “refugiados”, al menos para los niños

México, 11 de julio.- Por años eternos las autoridades jugaron a no verlos mientras brincaban frente a sus ojos, hasta que la oleada de parias los rebasó arruinando su discurso humanista.  Hoy todos, aquí y allá en el poderoso vecino, buscan que vuelvan a borrarse de la mirada mundial sepultados por sus palabras cultas.

Lo cierto, imposible de cuantificar ya, es que miles y miles de pobres entran a nuestro país por la frontera sur en búsqueda de un futuro ilusorio al cruzar tres mil kilómetros de territorio.  Vienen engañados, pero también muertos de hambre, sin futuro, dispuestos a subastar lo único que tienen: su existencia.

Estos conciudadanos de la raza humana son víctimas de todos, a priori.  Desde el vivales que les cobra cuota para resolverles el camino hasta los criminales que se aprovechan, sin descontar a “autoridades” que, también, quieren su mochada para permitirles pasar.

Con estos pobres a perpetuidad viajan niños y adolescentes todavía más abandonados, más victimizados que tienen la esperanza de cruzar la frontera hacía Estados Unidos.

Hablamos de más de 50 mil en meses.  Son muchos.  Y todos se echan la pelota entre sí.  Excepto organizaciones como las del padre Solalinde, refugios atendidos por la sociedad civil, sitios que en el sentido más caritativo a imaginar les brindan apoyo, todos hablan del tema desde el punto de vista de sus consecuencias, no de sus orígenes.

Al hacerlo niegan lo más importante: la realidad de esos seres humanos.  Su pasado, su presente, su imposibilidad de vivir en paz en sus lugares de origen.  El olvido oficial al que han sido sometidos por muchísimos años.

Al llegar a Estados Unidos, los pocos que logran cruzar un país lleno de peligros, les espera la prisión o la deportación.  Esto a niños que han visto morir a sus familias, que no tienen nadie que cuide por ellos…

En Estados Unidos el tema se ha politizado al extremo que acusan al presidente Obama de haber apoyado, intencionalmente, el éxodo de estos niños quién sabe para qué fines.  A su vez, la respuesta oficial del Gobierno es pedir al Congreso 3 700 millones de dólares para tratar este problema, siempre con la meta de deportarlos a sus países.

Lo que no pueden hacer con la rapidez que quisieran muchos estadounidenses porque una Ley expedida en el año 2008, bajo la administración del Presidente Bush obliga a que haya una audiencia antes.  Es decir, ningún niño o adolescente puede ser regresado a su país de origen sin antes haber expuesto su caso ante la autoridad correspondiente.

¿Qué hacemos en México?  Cerramos los ojos.  Y, también, se pronuncian discursos y se insiste en que no va a cambiarse la política migratoria.  Es decir, que de los más de dos mil niños que cruzaron la frontera y que fueron “detenidos” por la autoridad mexicana casi todos, de inmediato, fueron deportados.

O sea, los enviamos a la miseria, a la violencia, al infierno de donde intentaron salir.

Y cuando hablamos de violencia estamos, también, hablando de muerte, de la violencia extrema de los sicarios, los narcotraficantes, los criminales, los maras salvatruchas.  Lo que no puede sobrevivir un niño, un adolescente por sí mismo. Es decir, los enviamos a morir… 

Lo importante, lo único que podría cambiar esto, es cambiar el estatus de migrantes por “refugiados” que en realidad eso son, y a partir de esto proporcionarle lo que conocemos como “ayuda humanitaria”.

¿No somos acaso un país que abrió sus puertas a las víctimas de muchas guerras?  Ahí están, estamos, los nietos de libaneses y españoles para dar fe…

Si pudiésemos tratar a los niños como víctimas, como seres que llegan a nuestro país para “refugiarse” habría un cambio diametral. Solamente a ellos, en un principio, que ya sería bastante.

Esta es la opinión del Alto Comisionado para los Refugiados de la ONU. Y en los hechos es el estatus que el Padre Solalinde, que muchas personas caritativas que trabajan en ONGs, en sitios donde les otorgan techo y comida, les han otorgado.

El tren llamado “La Bestia” sospechosamente ha vuelto a descarrilarse, ahora en Oaxaca, ahí viajaban más de mil parias del mundo… ¿qué va a ser de ellos, qué vamos a permitir intencionalmente que sea de ellos?

La solución es muy simple, o seguimos intencionalmente ciegos ahogándonos en discursos oficiales, o hacemos algo.

Isabel Arvide

@isabelarvide

Estado Mayor

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