México, 14 de mayo.- ¿Qué dejó de funcionar en Tamaulipas?
No solamente ahí. En otras entidades federales parecería que, también, se detuvo el reloj del orden. Que se trastocaron tanto los valores de convivencia diaria que la petición que echa a las calles a la población es vivir en paz, como si eso no fuese el primer derecho de los ciudadanos.
Regresar a lo que nunca debió perderse.
¿Buscamos culpables? ¿O nos conformamos con los pretextos oficialistas? ¿Cuántos, en cuántos ámbitos, dejaron de hacer su parte para que las cosas se volviesen tan violentas?
Porque el problema no es, no solamente, evitar los muertos.
Hay un tejido social dañado. Que por muchos años se fue deteriorando en la convivencia corrupta con los criminales hasta que las autoridades se hicieron a un lado, hasta que se perdió el estado de derecho.
En Tamaulipas la mitad de las policías locales están coludidas con el crimen organizado, consumen droga o no cumplen con ningún requisito para ser, precisamente, policías.
¿Es qué apenas hoy se dieron cuenta?, como en Michoacán pero estilo Norte, pero frente a la irrupción de los cárteles de la droga como dueños absolutos de la vida ciudadana, la sociedad ha convivido cómplice con estos “policías”, con autoridades estatales y federales omisas o corruptas.
¿Cuántos en Tamaulipas trabajan para los cárteles de la droga, cuántos viven de ellos, cuantos les venden, les rentan, les trabajan a sabiendas de quiénes son?
No hay impunidad posible.
Dijeron en Bucareli varias veces: “Tamaulipas no es Michoacán”. Por eso no enviaron a un “Comisionado” a poner orden. En lugar de ello irán varios fiscales especiales con total autoridad, y más policías federales y más militares.
¿Está es la solución? Porque entonces tendríamos que crear también una Fiscalía para Tepito y otra para Ecatepec…
Lo cierto es que han pasado por la responsabilidad de la Secretaría de Seguridad Pública Estatal generales y civiles sin que hayan podido cambiar nada.
El Gobierno federal, no solamente de este sexenio, ha logrado detener o matar a los principales cabecillas de los Zetas. Hace años José Luis Santiago Vasconcelos consiguió la hazaña de encarcelar a uno de los líderes criminales más buscados, Osiel Cárdenas.
En días recientes, sin embargo, los asesinatos, los enfrentamientos a balazos, las calles tomadas para evitar persecuciones policíacas aumentaron hasta ser insoportables para los ciudadanos que suelen saludar a los criminales con afecto.
Los mejores hombres han caído abatidos por balas criminales. Uno de ellos, el coronel Eduardo de Haro fue asesinado por policías, varios de ellos eran ejemplo de “confianza institucional” por haber pasado todos los exámenes, a los pocos días de haber sido designado jefe de Investigaciones de la SSP de Tamaulipas. Entre rumores de complicidad en este asesinato el gobernador le pidió la renuncia a su jefe de escolta, José Manuel López Gijón.
¿Pueden un puñado de fiscales, es decir de abogados empleados por la PGR, componer este entuerto inmenso?
¿En lugar de enviar “comisionados” la federación va a tomar control de la seguridad desde la PGR, que tendría que dedicarse a investigar?
Se me ocurre pensar que hay tantos culpables en Tamaulipas que enviar a estos grupos de “investigación” es el paso anterior a detener, a encarcelar a miles. Porque la convivencia con los narcos, con los criminales, es una constante en esa entidad desde hace muchos años.
¿Y el gobernador Egidio Torres? ¿es que puede opinar algo al respecto? ¿cuánta responsabilidad tiene, o cuánta responsabilidad le están quitando?
No se trata solamente de nuevas maneras de gobernar desde el centro del país, sino de soluciones extremas, urgentes, dramáticas y tal vez muy poco eficientes para problemas tan arraigados en el modo de vida local.
¿Cambiamos, mexicanos, o seguimos igual?
Isabel Arvide
@isabelarvide
Estado Mayor

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