México, 14 de marzo.- Respaldado a diario por miles de dólares para repartir, un cerebro dañado por el crack y la cocaína, reconvertido por sus lecturas bíblicas tras su paso por dos centros de rehabilitación, Nazario Moreno González, “el dos veces muerto”, no solo quedó como el personaje de otro episodio de los “montajes” del gobierno panista de Felipe Calderón, su figura también pasa a ser el arquetipo de un narco “iluminado” que imponía el terror mientras predicaba.
Nazario Moreno González se movía por los caminos rurales y las montañas cercanas a Apatzingán, con una escolta de 120 hombres armados. Cuando el pasado martes 18 de febrero su hermano Heliodoro Moreno fue capturado por la policía federal en la zona urbana de este municipio, se le incautó un radio por donde “el Chayo”, uno de los líderes de los autodenominados Caballeros Templarios, solía comunicarse. Del rastreo de aquella frecuencia se corroboró que el ofuscado líder estaba vivo, como se sabía entre los pobladores de la Tierra Caliente michoacana desde aquel diciembre del 2010, cuando el gobierno de Felipe Calderón en voz de Alejandro Poiré, portavoz del gabinete de seguridad, lo dio por muerto en un enfrentamiento sin aportar evidencias.
Desde principios de febrero pasado comenzó a diseñarse un plan para rodear la zona por donde se sabía que Nazario estaba oculto. Rastrear las comunicaciones del grupo que lo acompañaba permitió a un grupo especial de la marina encabezar la operación dentro del primero anillo de seguridad que lo protegía. Tropas del ejército acordonarían el área de la operación en apoyo a los marinos, ante la posibilidad de que grupos armados llegaran como refuerzo una vez que el plan estuviera en marcha. Los líderes de los grupos de autodefensas tenían información de que en esas coordenadas, entre Tumbiscatío y Apatzingán de donde provenían las señales, estaban dentro de la zona donde sabían de tiempo atrás que se escondía.
La madrugada del domingo 9 de marzo, Nazario Moreno fue cercado cuando se transportaba a lomo de mula por una brecha ubicada a 13 kilómetros de Tumbiscatio. La información oficial dada a conocer la tarde de ese día, refería que se le ordenó rendirse, respondió a tiros, lo que llevó a los marinos a repeler la agresión. El cuerpo de Moreno González, ex convicto por tráfico de drogas en Texas y quien pasara tiempo después por dos centros de rehabilitación en Tamaulipas antes de sumarse al grupo que fundó la Familia, quedó tendido inerte a orillas del camino.
Tuvieron que pasar varias horas para que los especialistas de la Procuraduría General de la República corroboraran, por medio de sus huellas dactilares cotejadas con su cartilla de servicio militar nacional y otros documentos, de que se trataba del individuo que en un alarde de su esquizofrenia, que encontraba eco en los medios de comunicación, se hizo llamar hace unos años “el más loco”.
El mito del ‘iluminado’
“La ranchería donde nací, crecí y siempre vuelvo, se llama Guanajuatillo, del municipio de Apatzingán, Michoacán. Soy como un árbol con raíces profundas que lo tienen sujetado al suelo en donde por azares del destino nació y de donde nunca puede irse”.
“Mi familia como muchas de aquellos tiempos, era numerosa. Éramos 12 hermanos entre hombres y mujeres. Como dicen en plan de broma, “no había televisión. Mi madre en afán de hacer de nosotros sus hijos, gente de bien, no atinó más que a corregirnos a base de férrea disciplina, haciéndonos desdichados en nuestra niñez, pues fue tanta su severidad que le temíamos, al grado que le pusimos por sobrenombre La Pegalona. Sufrimos su energía todos los hijos por igual, hombres y mujeres. Ella no daba cuenta, por lo menos en mi caso, que al aplicarme su dura disciplina existía una clara contradicción, pues me pegaba por peleonero, pero al mismo tiempo amenazaba con castigarme si me dejaba de otros muchachos. Yo no sabía qué hacer. Mi forma de ser era confusa y zigzagueante. A veces actuaba de una manera, a veces de otra. No sabía a qué atenerme”.
“Insisto en poner de relieve la vida de mi niñez dentro de mi familia porque creo que esa situación fue el cimiento de mi forma de actuar en el futuro. Trabajo y cintarazos era lo rutinario. ¿Qué se podía esperar de un niño tratado de esa manera? Nunca fui a una escuela, por la sencilla razón de que la que había en mi rancho nunca tenía profesor, como sucedía en muchas del medio rural. Crecí prácticamente salvaje. A leer y escribir aprendí yo solo cuando tenía más de diez años por pura curiosidad para leer las revistas de Kaliman y otras de moda”.
Cuando Nazario Moreno tuvo la intención de que estos párrafos, con los que inicia el capítulo tres de su libro “Me dicen el más loco”, remarcaran su origen humilde no lo hizo para que se compadecieran de él. Formaba parte de un plan que en los últimos seis años de su vida intentó. Buscó que se creara un culto a su personalidad donde quedara plasmado que su vida era otorgar bondad y bienestar a los que lo rodean, cual predicador evangélico, para dejar a un lado los asesinatos, violaciones, secuestros y extorsiones que alentaba en la región de la Tierra Caliente michoacana. El capitulo tres se llama “En mi mente inculta e infantil bullía la idea de ser como Kaliman para hacer el bien a la humanidad”, y es un compendio de algunos pasajes de su vida de niño y adolescente donde busca perfilar un carácter forjado no solo en la rigidez del hogar, y la estrechez económica, sino cómo en su comunidad ganó respeto en riñas y la manera en cómo se relacionaba con sus vecinos.
El libro es una edición casera que se deshoja con facilidad. La portada es roja y tiene una foto de Nazario con el título en letras amarillas. Son treces capítulos seguido de un apéndice y unos apuntes sobre su persona atribuidos a gente que lo conoció. Impreso a principios del año 2011, el escrito formó parte de la estrategia de propaganda del crimen organizado para difundir “su obra” tras su muerte. Versión del gobierno difundida en 9 de diciembre del 2010, cuando se dijo que había muerto en un prolongado y sangriento enfrentamiento con la policía federal.
Traía una biblia en una mano y en la otra un AK-47
A finales de los años 80 Nazario Moreno era un trabajador agrícola que comenzaba a viajar con cierta frecuencia a los Estados Unidos, donde tiempo después obtendría la residencia. Decía que se había unido a unos paisanos que vivían en la frontera de Tamaulipas, y que uno de ellos le había propuesto asociarse para vender sombreros en el sur de Texas. Por aquellos años, de acuerdo a pobladores de Apatzingán que lo conocieron, comenzó a llevar sombreros en camiones de carga para venderlos. Era un camuflaje, bajo aquel cargamento transportaba paquetes de mariguana.
Poco se supo de él en los primeros años de la década de los 90. En 1994 fue detenido por agentes antinarcóticos en el sur de Texas y juzgado por tráfico de estupefacientes. Cuando salió libre regresó a México, no volvió a Michoacán pues se quedó durante un tiempo en Tamaulipas. Quienes lo conocieron refieren que estuvo internado en una clínica para adictos a la cocaína en Nuevo Laredo. Poco tiempo después salió, y reanudó su relación con sus socios michoacanos para traficar droga. En ese entonces se convirtió en el encargado de llevarla entre los estados de San Luis Potosí y Tamaulipas. Meses después de nueva cuenta tuvo que ser internado en una clínica para rehabilitación, ahora en Zacatecas, debido a su proclividad a las anfetaminas y al alcohol. Entre sus conocidos comenzó a circular la versión que se había convertido en un “iluminado”, comenzó a ser más evidente su mesianismo. También se volvió un lector aferrado a las obras de John Eldredge, un pastor cristiano famoso por sus libros de superación y charlas de autoayuda en algunos estados de la unión americana. De este autor tiempo después, regalaría libros a sus subordinados.
Nazario González operaba para el cartel del Golfo cuando regresó a Michoacán, se unió a Jesús “el Chango” Méndez y comenzaron a asociarse con otros de sus paisanos que trabajaban para la organización en la entidad. La captura en 2002 de Osiel Cárdenas Guillen, líder de la organización, y el ascenso de los Zetas, confrontó a los antiguos aliados, lo que devino en una pelea por los territorios y las rutas para el transporte de droga. Bajo el eslogan de “la Familia”, el grupo de los michoacanos hizo frente a los Zetas en el estado, al tiempo que las purgas comenzaron a extenderse a otros estados del país.
Junto a Servando Gómez alias “la Tuta”, Dionisio Loya conocido como “el Tío” y Enrique “Kike” Plancarte, Nazario llamó a su grupo “Caballeros Templarios”, era un slogan para distinguirse del resto de organizaciones, creó su propio código y ofreció una relatoría a los medios de comunicación donde la propaganda —decían velar por el bienestar de los michoacanos mientras extorsionaban y secuestraban—se cruzaba con la contrainformación —la difusión de su supuesta muerte fue el ejemplo más claro—al tiempo que el terror y los mensajes para generar pánico a sus enemigos se multiplicaban.
En febrero del 2013, cuando se levantaron en armas los primeros grupos de autodefensa en los municipios de la Ruana, Tepalcatepec, Buenavista y Coalcoman, el objetivo que se trazaron los líderes fue no solo liberar del crimen organizado a sus comunidades, sino que las autoridades detuvieran o eliminaran a los líderes de los Templarios. Con ellos el mensaje de que Nazario Moreno estaba vivo, se consolidó ante las evidencias que en su avance aportaban. Era cuestión de tiempo que cayera. El mito del “más loco” terminó el pasado domingo 9 de marzo.
Juan Veledíaz
@velediaz424
Estado Mayor
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