México, 18 de septiembre (Impacto).- Pasa la madrugada y el insomnio acompaña a la lluvia que persiste en azotar a Acapulco. Las horas pasan lentas y el reportero calcula que como a las 9:00 es buena hora para marcar los teléfonos insignia del nuevo Olimpo, pero Erwin, Tere y el Maestro no contestan. Por toda respuesta una voz metálica lo manda al buzón. Piensa que es la paga por dejarse vencer por el influyente que todo mexicano traemos dentro, pero no, en realidad sí, pero también son ganas de saber de primera mano qué demonios con la autopista que unía a Acapulco con Chilpancingo, Cuernavaca y la Ciudad de México…nota completa.
Juan Bustillos

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