El pueblo de los niños proxenetas

México, 2 de julio (El País).- Noé Quetzal Méndez tiene 38 años, la cara redonda y un lunar cerca del ojo izquierdo. En la fotografía anexa a su ficha policial parece un cantante venido a menos. La cirugía estética con la que intentó burlar al FBI le ha acartonado el rostro. Quienes lo conocen bien dicen que no se parece en nada a aquel adolescente regordete que desde muy pronto, casi siendo un niño, comenzó a prostituir mujeres en Tenancingo, un pueblo de campesinos situado a 100 kilómetros del Distrito Federal. Expandió su negocio por Estados Unidos y cruzó en la frontera a más de cien menores de edad. Cada cierto tiempo volvía a su tierra como el hijo pródigo. Nota completa…

 

Juan Diego Quezada

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