México, 20 de noviembre (La Razón).- El espectáculo es bochornoso: la PGR exhibe las mentiras de la Secretaría de Seguridad Pública Federal en el caso Tres Marías, y ésta acusa a la Procuraduría de montar una campaña para desprestigiar a la secretaría.
Lo peor del caso es que ambas dependencias podrían tener razón.
La secretaría de Genaro García Luna comenzó el sexenio con pleitos y termina en batalla campal con la PGR, luego de haberse peleado con todas las otras instituciones encargadas de la seguridad.
Confirma, con su actitud, que los policías no se pueden mandar solos. Afortunadamente la Secretaría de Seguridad Pública va a pasar a Gobernación, pues la política debe acotar el trabajo de las policías.
Durante el sexenio la SSP tuvo aportaciones valiosas en la profesionalización de las tareas de inteligencia, adaptación de tecnología de punta a tareas de persecución de delincuentes, y la creación de un cuerpo de seguridad compuesto por 35 mil agentes bien entrenados.
Sin embargo golpeó como ninguna otra dependencia a la credibilidad en el gobierno.
La tarea de capturar delincuentes —en casos relevantes— fue convertida en un show para la televisión y para el lucimiento de sus funcionarios.
Los medios de comunicación favorecidos por las filtraciones y la cercanía con García Luna ahora se lo agradecen y la emprenden contra la PGR.
Esos agradecimientos no ayudan a la institucionalidad de un gobierno y ponen más desorden en el escándalo en que termina el área de justicia y seguridad de esta administración.
El problema ha estado en que García Luna —un buen policía— se manda solo. Su único jefe era (es) el Presidente de la República.
Y el Presidente, con un sinfín de ocupaciones además de la seguridad, le dio manga ancha al titular de la SSP.
Por eso la lección de estos seis años debe ser imborrable, para el próximo sexenio y los que siguen: nunca más un policía sin jefe, por brillante que sea el primero.
Hace unos días se conoció el informe de la Unidad de Asuntos Internos de la SSP (La Razón, 14 de noviembre, nota de David Vela), en el que se señala que el vehículo de la embajada de Estados Unidos balaceado en Tres Marías era conducido por un marino mexicano y que éste disparó primero.
La Secretaría de Marina aclaró que el marino no manejaba la camioneta de los agentes de la CIA y que tampoco disparó.
La PGR, el domingo, también aclaró lo anterior y exhibió cinco mentiras graves de la Secretaría de Seguridad Pública en ese delicado caso, en que agentes federales quisieron matar a personal de la embajada de EU y de la Marina.
Las instituciones de seguridad mienten, se acusan y se balacean.
Qué final. La verdad tal vez nunca la lleguemos a saber, pero la lección la debemos aprender: los policías no se pueden mandar solos.
Pablo Hiriart
Opinión
La Razón
