México, 19 de noviembre (Milenio Diario).- Mi compañero Víctor Hugo Michel —estupendo cazador de historias en suelo gringo que me recuerda a mi prima-hermana Jeanette, otra gran pescadora de asuntos reporteriles en Estados Unidos durante los años 80, cuando fue corresponsal en Washington D.C. del extinto periódico unomásuno— publicó el viernes pasado un reportaje sobre la legalización del uso de la mariguana para fines recreativos en el estado de Washington: entre 250 a 500 millones de dólares anuales recaudará esa entidad por concepto de impuestos derivados de las ventas de mota. Imagínese entre… ¡3 mil 250 y 6 mil 500 millones de pesos al año!
En este espacio redactaba la semana pasada que México debería hacer lo mismo. Que este es un asunto no solo de libertades, sino de negocios. Víctor Hugo entrevistó a promotores de la legalización en Washington y así se lo manifestaron:
“¿Por qué dejar que los cárteles mexicanos se queden con todas las ganancias? ¿Por qué dejar que sean ellos los que se enriquezcan y se lleven todo el dinero a sus bolsillos?”, fueron las preguntas con las cuales la agrupación a favor de la legalización New Approach bombardeó durante semanas a los votantes que fueron a las urnas el pasado 4 de noviembre. Y es que la venta de mota en ese estado genera en la economía subterránea alrededor de mil millones de dólares al año, según nos contó en su texto Michel. Mucha lana.
El fraseo de los que estaban a favor de la legalización de la mariguana fue mentiroso, o se sustentaba en una verdad a medias: Estados Unidos produce en sus tierras dos terceras partes de la mariguana que consumen los gringos, y solo una tercera parte de los churros gringos está forjada con mota de México y Canadá. Por lo tanto, no es preciso afirmar que el dinero de la planta verde se lo quedan los cárteles mexicanos: la mayor tajada está en manos de estadunidenses. Pero el asunto es que los habitantes de Washington asimilaron el concepto: más allá de un tema de libertades, es un tema de negocios. Por eso le dieron el sí a la mota: business… are business.
Y ese debería de ser uno de los puntos de partida del Estado mexicano para estimular un profundo debate que desemboque en el fin de la prohibición. ¿Qué pensarían las autoridades de Guerrero si hoy tuvieran la oportunidad de captar seis mil 500 millones de pesos anuales por la siembra de sus campesinos del Filo Mayor reconvertidos en pequeños agroindustriales que venden su producto? Por lo pronto sacarían de la quiebra al municipio de Acapulco. A los narcos hay que expropiarles el usufructo de la mota, pero ya.
Eso sí, reitero lo que ya he teclado: paralelamente al surgimiento de un mercado así, el Estado debe enfocar sus recursos en la prevención de las adicciones y en la rehabilitación de los enfermos, de los niños y jóvenes. Y por supuesto, no debe dejar de combatir a la delincuencia organizada…
Juan Pablo Becerra- Acosta
Doble Fondo
Opinión
Milenio Diario
