México, 23 de octubre (Impacto El Diario).- Sin asomo de duda, Cuitláhuac Salinas es uno de los personajes más importantes y temidos del gobierno federal, pero quizás el titular de la Subprocuraduría Especializada en Investigación de Delincuencia Organizada debería hacer una pausa en el difícil camino que lo ha llevado al estrellato y reflexionar por qué siendo el ángel más bello Luzbel, terminó en el infierno.
La decisión de utilizar muestras de los restos de los padres de Heriberto Lazcano Lazcano para demostrar que la Armada de México dio muerte al jefe de los “Zetas” conocido como “El Lazca” cayó como bomba en donde entre hoy y el último día del sexenio aún hay quien manda y sabe hacerse obedecer.
Utilizar muestras óseas del padre de Lazcano para confrontar el ADN con el del cadáver ambulante parecía la mejor de las ideas para borrar las dudas sobre el “chiripazo” de los marinos que buscando el violón se encontraron con un Stradivarius y le dieron muerte, pero el efecto ha sido contrario porque la explicación, no pedida, en el sentido de que quizás no se encuentre tejido para que los expertos hagan su trabajo sólo incrementó las dudas.
Porque “chiripazo” y todo, la muerte del jefe de los “Zetas” es, quizás, el mayor logro del gobierno del Presidente Calderón en la guerra contra el crimen organizado. O al menos así es considerado oficialmente, tanto que la radio insiste, una y otra vez, con spots presumiendo la muerte del sanguinario personaje. Desde luego, no se explica a los radioescuchas que no fue producto de un trabajo de inteligencia.
El asunto está lleno de agujeros porque, en este tipo de casos, las muestras de ADN, para ser comparadas con otras, deben ser obtenidas de los donantes de manera voluntaria, y aunque es cierto que un cadáver no puede protestar, hay deudos a los qué consultar, las hermanas del “Lazca”, por lo menos.
Desde luego, se puede argüir que al conocerse la muerte del jefe “Zeta”, toda su familia huyó y no hay a quién pedir permiso.
Aunque esta circunstancia le pueda parecer pecata minuta al subprocurador Especializado en Investigación de Delincuencia Organizada, debe cumplirse.
No obstante, el problema verdadero es que Salinas ha dejado de ser aquel muchacho sencillo y valiente que enfrentó a Andrés Manuel López Obrador en el predio de “El Encino” cuando la PGR buscaba desaforar al entonces jefe de Gobierno del Distrito Federal. Hoy es otro al que la posibilidad de crecer aún más lo ha trastocado en un ser desconocido hasta para sus colaboradores más cercanos.
La importancia de su puesto puede amedrentar a cualquiera, pero no a los inquilinos de Los Pinos, que apenas se enteraron de la exhumación de los restos del padre de Heriberto Lazcano levantaron la ceja, fruncieron el rostro y enviaron las señales de que Salinas debe leer una a una para no equivocarse en las cinco semanas que restan a su responsabilidad.
Sólo los abogados saben si la SEIDO cometió un error al buscar el ADN de papá Lazcano para comprobar si el obtenido de las vísceras del cadáver errante “puede ser del jefe ‘Zeta’”, pero los políticos consideran que el protagonismo del subprocurador ensució el mayor logro del Presidente Calderón en la guerra contra el crimen organizado.
Juan Bustillos
Opinión
Impacto El Diario
