México, 11 de diciembre (La Razón).- Las manifestaciones de protesta en México suelen incluir pedradas, tubazos, variedad de insultos, empujones, incendio de patrullas y camiones, y acaban con una colección de magullados y contusos de diversa gravedad —entre policías y amotinados. Son los usos y costumbres del país, que arraigaron en tiempos en que de aquel lado estaba siempre el PRI (que era el Poder, el Sistema o cualquier cosa parecida) y de este lado, La Sociedad Civil (o el Pueblo o algo así). En esa clase de actividades cobró forma el oficio de “luchador social”. Los hay que se improvisan en los contextos más inopinados, y los hay profesionales, que viven de eso, y a los que con una familiaridad entre despectiva y afectuosa se les llama “porros”.
Insisto: es lo normal. La algarada del día primero se distinguió por dos o tres cosas. Primero, que la violencia fue mayor de lo habitual: son normales las piedras y los palos, pero no tanto los cócteles molotov, no las granadas; en segundo lugar, a juzgar por las andanadas en tribunas, templetes y editoriales, era a medias un gesto hacia el PRI, a medias un episodio del pleito de las izquierdas, y se habla de infiltrados de un lado y de otro; finalmente, hubo bastantes detenidos, y bastantes liberados por falta de pruebas. Imagino que nunca sabremos a ciencia cierta quién pagó a los porros ni para qué, pero eso también es normal.
Llama la atención, en vista de lo que sabemos, que haya quien insista en poner las cosas en blanco y negro: un puro atropello, inmotivado, un ataque contra la libertad de expresión —la “criminalización de la protesta social”, según la expresión de Miguel Concha. De acuerdo con su relato, “era de esperarse… que los ciudadanos ejercieran sus derechos a la libertad de expresión, reunión y asociación, como formas de protesta”, pero “esas manifestaciones fueron acalladas por medio de detenciones arbitrarias e ilegales”.
¿En serio, señor Concha, era eso? Sin duda, hubo arrestos inmotivados, detenciones que no pudieron justificarse: los afectados ya están en su casa, por fortuna. Pero el zafarrancho, ¿era un “intercambio de ideas”, reprimido por la autoridad? ¿La libertad de expresión incluye el derecho de expresarse mediante cócteles molotov, cadenas, tubos y embestidas de camiones? ¿O La Jornada nos engañó con sus fotografías?
La idea de las “detenciones arbitrarias” depende lógicamente de que haya “detenciones justificadas”. Necesitamos trazar las fronteras, porque el episodio fue bastante turbio, y sí hubo quienes lanzaron bombas, rompieron escaparates, arrasaron hoteles y restaurantes, destruyeron teléfonos y arbotantes… Si se junta a todos, y por salvar a los porros se les identifica con quienes protestaban pacíficamente, entonces sí se está “criminalizando” la protesta social. Pero no es la autoridad, ni la policía quien lo hace. Perdón, pero es usted, señor Concha.
Podría ser que proteger a los porros fuese una prioridad de la izquierda. Entonces habría que barajar de nuevo.
Fernando Escalante
El Contexto

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