El cadáver esfumado

México, 12 de octubre (La Razón).- El abatimiento del líder de los Zetas, Heriberto Lazcano Lazcano, alias El Lazca o El Verdugo, es un suceso de considerable relevancia pues ese grupo ha sido el más sanguinario de los que forman parte del crimen organizado. Entre muchos otros delitos espeluznantes, a El Lazca se le atribuye la autoría intelectual del incendio del casino Royale en Monterrey, en el que murieron 52 personas.

En el instante en que se produjo el enfrentamiento que terminó con la vida de El Lazca no se sabía la identidad del caído, es decir se desconocía que fuera El Lazca. Los marinos que arribaron al lugar donde se encontraba no lo habían ubicado por una tarea de inteligencia sino que atendían la denuncia anónima de que allí se encontraban individuos armados. Por decirlo en lenguaje popular, se trató de un chiripazo.

Sin embargo, si los sujetos habían intentado huir nada al más percatarse de que llegaban fuerzas de la Marina—Armada a la tribuna desde la que presenciaban un partido de beisbol como aficionados comunes y corrientes, y si en su huida habían lanzado una granada contra los marinos, hiriendo a uno de ellos, no podía haber duda de que se trataba de criminales peligrosos —aunque no se supiera quiénes diablos eran—, muy probablemente de los más buscados en el país. ¿Cómo comprender que, una vez abatidos, se hayan entregado los cadáveres a una funeraria privada —en la que se practicarían las necropsias— y se les haya dejado sin custodia? Sólo después del robo de los cadáveres se descubrió que uno de ellos era El Lazca. Si ya se habían tomado a los cuerpos sin vida fotografías y huellas dactilares, ¿por qué no se contrastaron de inmediato —ya que, como se apuntó, seguramente los occisos habían sido delincuentes temibles— con las de delincuentes ya fichados?

Además, hay una discordancia importante en la estatura que se asigna al capo abatido: 1.60 metros en datos de la Secretaría de la Defensa; 1.73 en la necropsia; 1.76 según la DEA, y 1.80 en el informe de la Marina. ¡20 centímetros de diferencia! También en la fecha de nacimiento se difiere: la Marina señala el año 1975; la DEA indica 1974. Aún hay más: el lunes 8 de octubre, en la noche, la Secretaría de Marina informó de los hechos apuntando que había indicios de que uno de los dos delincuentes muertos era el líder de los Zetas, pero no dijo una sola palabra sobre la sustracción de los cadáveres. El propietario de la funeraria reportó el robo a las 8:15 de ese día, siete horas después de que, según su propia versión, tuvo lugar.

Todo lo anterior no implica negar que el hombre sea efectivamente El Lazca. Los rasgos faciales de las imágenes del rostro del sujeto vivo y del cadáver son muy parecidos. Lo que no puede soslayarse es que los errores de las autoridades, aunados al escepticismo generalizado hacia ellas, generan no solamente duda y perplejidad, sino dan lugar a rumores, muchas veces fantasiosos. Ya el senador perredista Armando Ríos Piter esbozó la posibilidad de que el caso “se convierta o pueda ser una situación que lo haya llevado (sic) a tenerlo oculto y que termine siendo un testigo protegido” (El Sol de México, 10 de octubre).

Luis de la Barreda Solórzano

Opinión

La Razón

 

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